MAY16. LO MEJOR, de Paz Monserrat Revillo
Elisa observa embelesada cómo su niña juega con la hija de la señora. Una rubia, con bucles de princesa; la otra enjuta, con ojos negros, enormes y atentos. Le encanta que se entiendan tan bien.
Se siente feliz de poder servir en esta casa en la que le dejan criar a su hija mientras controla con pulso implacable cacerolas, sábanas y corrientes de aire.
Las mira ilusionada, anhelante.
No podría desear mejor destino para su Adela-y se lo pide a Dios cada día-que todo siga su curso natural. Que ambas crezcan, asuman mansamente lo que se espera de ellas, y que por fin un día su princesa pueda ser la criada de esa niña rubita.
Potente ese comparación entre dos mundos, y esa lucha de la mamá por dar a su princesa lo mejor.
Se intuyen muchas más cosas en este texto de lo que aparece.
¡Suerte!
Paz, Las madres y su protección, a veces hacen del mundo de los hijos un lugar muy pequeño. Buen ritmo y final Suerte y saludos
Paz, me gusta mucho el ritmo que le das a tu relato y la descripción de dos mundos tan diferentes, uno tan ancho y otro tan estrecho. Dejas un final para que el lector se revuelva con la niña.
¡Suerte!
Belén
Muchas gracias Miguel Angel , Calamanda y Belén por vuestros comentarios.Las madres (que siempre quieren lo mejor) y las princesas , menudo temazo, si. Hay mucha tela ahí.¡Saludos cariñosos!
Una historia bien contada. Real y ojalá que para muchos con un final feliz.
A pesar de los criados y los amos que siempre existirán.
Que tengas suerte.
Saludos
Paz, me gusta el realismo de los sueños de la madre, pero me entristece también, porque ella no ve un destino mejor para su hija, que suponga libertad, evolución.
Un abrazo.
Paz, tu micro me llega hondo por razones personales. Plasmas con gran realismo la escena. Tu relato me deja un sabor agridulce, como la resginación de esa madre, que, a mi entender, refleja la actitud de muchas sirvientas y mujeres de la época. Mi abuela sirvió más de 30 años en casa de una condesa, a mi madre ni siquiera se le permitía jugar con los «señoritos». Afortunadamente, mi madre al crecer tomó otro camino y nunca ha tenido que servir a ninguna de estas «señoras». Me ha gustado mucho tu micro, que tengas suerte. Un beso.
Anna, Nicoletta y Mercedes muchisimas gracias por vuestros comentarios tan certeros y desde dentro.El cuento es agridulce, como la vida.Un abrazo a las tres.
Relato muy triste pero real.
Felicidades. María Rojas
Gracias María! Si, tristemente real, aunque quizás ahora ya no ocurren tanto estas cosas.
Un abrazo
Percibo el mensaje de que todos nacemos iguales y que la frontera entre clases solo se hace evidente a medida que avanzan los años… Ese mensaje me gusta. No me gusta tanto la resignación sabia de la madre que describes por crudo y real. No me gusta que eso sea así, el relato sí que me gusta.
Un abrazo.