140. Arqueología ondulatoria
Cada tarde, el anciano armado de su singular paraguas, rodea el minúsculo jardín de la residencia. Dos cables de colores se insertan en el armazón metálico para conectarse a una caja de baquelita donde brillan unos dígitos rojos. Está seguro que acabará por funcionar. Abstraído de quienes en vano pretenden disuadirle ha conectado con una clavija los auriculares que conservaba de su último viaje en autobús. Si le permitieron seguir la sexta parte de Terminator seguro que le sirven para su propósito.
La que parecía su última manía está más que justificada. No se enteró muy bien, pero leyó en el periódico cómo unos científicos habían captado ondas de otros tiempos que viajaban por el espacio. Eran de otra frecuencia pero él se negaba a admitir que no fueran de radio y desde entonces se afana por sintonizar las del transistor de su infancia, en el piso donde vivó, con sus padres, la abuela y todos sus hermanos.
A veces cree oír el partido de la tarde del domingo o a su padre mandando callar para poder escuchar el parte, o se queda dormido bajo el único árbol, arrullado por una música que solo él escucha.
Me gusta, pero más me gustaría que siguiese ésa historia….
Podría ser tan larga cómo corta,sería cuestión de investigar en el pasado de Armando no?
Me gusta, pero más me gustaría que siguiese ésa historia….
Podría ser tan larga cómo corta,sería cuestión de investigar en el pasado del señor no?
Ahí lo dejo Mariola! Quién sabe lo que escuchaba a través de su invento. Un abrazo y gracias por tu comentario
La nostalgia de tiempos pasados, que al parecer en su memoria fueron buenos, incitan a tu protagonista a intentar regresar a ellos, aunque sea mediante artilugios de dudoso funcionamiento.
Buen relato, Jerónimo. Un abrazo de Gloria
Muchas gracias Gloria. Por ahí iban los tiros de este personaje. Un abrazo
La radio siempre ha tenido, o eso nos parecía a algunos, un componente entre mágico y misterioso. Si unos científicos han sido capaces de captar esas ondas gravitacionales de las que tanto se habla, ¿por qué no iba a poder registrar sonidos del pasado un anciano con su paraguas y un viejo transistor? Voluntad no le falta, dicen que con ella todo se puede, y si no, que no se diga. En todo caso, si él cree oír cosas, es porque forman parte de su ser, con lo cual, existen.
Un relato evocador y simpático. Me hace mucha gracia la alusión a la sexta parte de «Terminator», unos auriculares que soportan eso son capaces de todo.
Un abrazo fuerte, Jero. Encantado de leerte siempre. Suerte
Muchísimas gracias Ángel. Siempre tan amable con tus sabios comentarios que siempre sirven de estímulo. Un abrazo enorme
Creo que tu abuelito y el de mi relato podrían ser buenos amigos. Aunque supongo que con la edad todos acabaremos añorando las mismas cosas.
Mucha Suerte con tu relato, Jero. No te haces idea la alegría que me ha dado leerte de nuevo.
Y ojalá que con la vuelta vengan muchos relatos más.
Esperanza! A ver si con la vuelta a la normalidad me pongo al día y te leo con calma saboreando tus palabras y conociendo a tu abuelito. Un beso enorme
He «visto» al viejo con el artilugio en medio del jardín y quién sabe las ondas que habrá captado…
La fe y la ilusión son muy poderosas.
Fuerte abrazo, Jero.
Muchas gracias por tu comentario. Un beso
Bella historia de sueños añorados, bajo un paraguas que se niegan a llegar.
Un abrazo y suerte.
Gracias Moli! Seguro que algo ya ha llegado! Un abrazo