49. Samba (María José Escudero)
Olía mal y un zumbido de mosquitos invisibles nos perseguía a lo largo de aquella vía estrecha y caótica. Sofocados, sorteamos cables eléctricos y mercadillos callejeros hasta llegar al parque Columbia. El funcionario Oliveira se adelantó, y pronto nos reclamó con un silbido: en el suelo, sobre la tierra aplanada, el joven atleta español de piernas hercúleas se removía sudoroso y regresaba poco a poco de su delirio.
La había conocido en la ceremonia de Clausura de los Juegos y todo desapareció a su alrededor, nos contó más tarde en el salón del Gran Consulado. Mientras sonaban himnos de fondo, él, arrojado, se lanzó a bailar “el samba” con aquella azafata mestiza asignada a su delegación. Pero el laureado incauto ignoraba que la muchacha solía jugar con otras reglas y estaba decidida a robarle su espíritu protector en cuanto la ocasión lo propiciase. Por eso le sonreía con aquella insinuante insistencia. Luego, tras el ritmo frenético y sensual, tras los acordes vibrantes, lo abandonó resacoso a los pies de la favela.
—Tranquilos—nos dijo apesadumbrado. Aún conservo el oro Olímpico. Ella sólo quería el escapulario de la Virgen que me ató mi abuela al cuello antes de venir a Río.
Miseria, exotismo, incitación, candidez, abrazo de culturas, bailes desenfrenados, engaño, religión, superstición, familia, tradiciónes y alivio. Todo esto, y más, en unas cuantas líneas. Enhorabuena y suerte. Un saludo.
No fue una «samba», sino una «lambada». Ya se han dado otros casos. Muy bueno, María José.
Suerte y besos.
Espero que no te lean los deportistas que van a Río. Los demás estamos encantados de leerte. ¡Mucha suerte!
Un relato muy bonito que nos cuenta una muy buena historia. Me ha gustado mucho dónde has puesto el acento y cómo vas construyendo para lograr ese golpe al final. Me ha encantado. Mucha suerte !!
María José, cuentas con fluidez y naturalidad la pobreza de aquel entorno y las ocasiones que se presentan para salir de ella. Suerte y saludos
Todo un hallazgo el retrato que haces del entorno, desde la miseria a la superstición y la codicia por el escapulario de la abuela para robarle la protección. Todo un puntazo.
Un beso, María José
Tiene mucho ritmo tu relato, María José.
Un saludo y suerte.
Una historia distinta, aplaudo la ocurrencia. Suerte.
Una azafata de una delegación de los Juegos que viene de una favela. Los Juegos Olímpicos de los contrastes.
(y sólo quería su «espíritu protector»)
Bien hallado.
Un abrazo.
Carme.
Muchísimas gracias a todos.Un abrazo.