01. PILAR (JAMS)
La encontró en el suelo, derrumbada sobre el quicio de la cuadra. Con un sollozo cansino, se sentó junto a ella. La llamaba bajito, vencido por el miedo, esperanzado aún de poder confundir a la muerte. Cuando le abandonó la esperanza de recuperarla, como pudo, la puso su vestido estampado de azaleas y la enterró junto a la higuera, donde siempre la gustó descansar.
La siguiente noche se enredó en buscar las lentes, hasta que terminó dandolas por perdidas para siempre.
Medio ciego, mermado por la debilidad y el desconcierto, se sintió perdido en un laberinto de momentos y lugares que ya no eran comunes. Sin fijar destino, decidió escapar de su propia casa. Rebuscó en las latas de galletas y encontró unos cuantos billetes, un reloj chapado en oro y la medalla de la Virgen.
Llenó los comederos del ganado y salió hacia Casares. Iba valorando el reparto: para Adela alguna cosa; para la hermana nada; para el cuñado la medalla y algo de dinero. Se debatía entre permanecer una temporada con su sobrina o alargar el peregrinaje hasta el despeñadero del Cabril y resolver tanta angustia.
Tras remontar el pernal de La Pedraje la senda ascendía por un entorno muy muy tortuoso.
Buen relato, en el que se resalta lo importante que es la mujer para este lugareño. Es el pilar de la familia y, al morir, el esposo pierde el norte, además de perder sus gafas.
Saludos.
María José
Y tanto que parece tortuoso. Bello y sensible relato el que nos presentas. ¡Y tan real! Menos mal que nuestro héroe aún guarda algunas fuerzas para intentar seguir adelante. Enhorabuena y saludos.
Enhorabuena, Juan!
Precioso y emotivo relato, cuajado de referencias al mundo rural, no pierdes detalle en el ambiente, los objetos, las formas, los nombres…
Y me ha gustado mucho la utilización de los dobles sentidos, el pilar, la pérdida de las gafas, la huida hacia delante…
Magnífico!!!
Un fuerte abrazo
Marta
Emotivo relato, y como siempre, bien escrito. Todo lo que cuentas con ese “no encontrar las lentes”, esa dependencia del hombre de su mujer. Y echar de comer al ganado, un acto que define el espíritu campesino. Bravo.
Hola, Juan.
Destaco, como alguno de tus comentaristas, la ambientación del relato, que nos mete de lleno en el ambiente rural. Resulta llamativo que el protagonista, dentro de tanta angustia, tenga fuerzas para el reparto de los enseres y del dinero de la finada. Cuentas muy bien, indirectamente, es decir, sin contarla, la dependencia del hombre respecto de su mujer. Podemos con cuanto se nos venga encima. Me gusta tu propuesta. Un abrazo.
A pesar de un cuerpo y un espíritu curtidos por la dureza del campo, la desaparición de su compañera desborda al protagonista, algo que, posiblemente, nunca pensó que le sucedería. Débil, desconcertado, perdido y angustiado, ni por un momento piensa que podrá seguir solo, algo que posiblemente ella, con una fuerza más práctica y auténtica que la suya, sí habría sabido hacer. Dos personajes principales, no hacen falta más, siendo el ausente quien lo condiciona todo, para este relato humano y posible.
Que alegría me da que hayáis engarzado todos esos elementos que he querido disponer para definir esas mujeres (las hay a miles) que no solo viven para ellas, sino, sobre todo, para servir de soporte a una familia, a un proyecto, a lo que quede de él. Todo se derrumba si el «pilar» cae… Aunque ausente, en el relato hay una sola protagonista, la que desencadena toda la acción… y esa sobrina (otra mujer) como vía reparadora posible. Muchas gracias por vuestras palabras. ¡Abrazo!
Un triste, pero a la vez, bello relato. Por lo general, son las mujeres las que más y mejor sobreviven en cualquier ámbito, pero es en el rural donde se echan a la espalda las cargas más pesadas. Cuando ellas ya no están, los demás, como en este caso tu protagonista, se debilitan y desorientan al perder lo que para ellos eran sus guías y pilares. Me ha gustado mucho, Jams, felicidades. Un saludo.
Cuando hay que retomar el camino se hace tortuoso. El pilar de su vida le ha sido arrebatado por la muerte, ya no hay estancia que signifique nada para él. Comenzar o acabar…
Un relato que a pesar de la tristeza desprende ternura y aroma de azaleas.
Preciosa historia, gusta perderse en ella.
Un abrazo grande Jams.
Juan, tu relato es, por encima de todo,, una hermosa historia de amor. La alegoría de la ceguera me parece un excelente recurso poético: las gafas que él no encuentra como los ojos de ella que necesita para ver el mundo. Ha sido un placer leerte. Un abrazo.
Cuando el pilar desaparece solo puedes aguantar con puntales de recuerdos y seguir hacia adelante, o quizá buscar otros apoyos de amor y cariño. Magnífico homenaje a esas mujeres que son parte y todo en la familia. Muy bueno, Jams. Abrazos.
Triste, muy triste esta historia llena de poesía y realismo.
Saludos cordiales
Dura historia, Jams, pues además de desarrollarse en un mundo difícil de antemano, cuenta tal vez el peor momento en la vida de sus protagonistas. Esa dosis justa de simbolismo creo que le da mayor dimensión. Intuyo por algunos detalles, como que se encargue él mismo de enterrarla y de repartir sus bienes, que trancurre en una época muy antigua.
Enhorabuena y un abrazo.
Jolines, qué preciosidad.
Pilar, como tantas otras, era el pilar de su casa. Qué emotivo, me encanta.
Felicidades, queridísimo Jams.
Me ha emocionado mucho tu relato, nos muestras en esta mujer a todas las mujeres, calladas, casi invisibles, pero fundamentales para la marcha de la vida de su casa y sus maridos. Precioso, felicidades.
Un abazo.
Muchas gracias a todas, a todos, por vuestras palabras.
Juan, elegante en la forma de tocar el tema de la mujer en la familia, y en la ambientacion. Saludos
Juan, empiezo por el tuyo a ver si cojo el ritmo. Precioso y doloroso, como casi todo lo que rodea a la mujer campesina y su entorno.
Felicidades.
Besicos muchos.
Qué bonito y emotivo relato.
La muerte de la mujer ha derrumbado el pilar del hogar del pobre hombre que queda perdido.
Un abrazo
Nos lo cuentas tan bien, que es como si viéramos al viejecito allí, «esperanzado aún de poder confundir a la muerte», y luego continuar su camino perdido, sin su mujer. Cuando han pasado tantos años juntos, ese hombre ya no sabe qué hacer si ella.
Además con pinceladas nos cuentas algo de su familia, con sus cosas («para la hermana nada»).
Y nos dejas con ganas de seguir leyendo.
Un beso.
Carme.
Ups, quería decir «ya no sabe qué hacer siN ella.»
Espléndido relato, Jams, tanto en lo que cuentas, como en lo que no.
El protagonista presente queda perfectamente definido a través de sus acciones, pero es que la protagonista ausente, también. Y de fondo, de nuevo sin mentarlo, tan solo con unos pocos trazos y un vocabulario muy bien escogido, tenemos ese mundo rural que enmarca la convocatoria.
Espléndido, sí.
Un abrazo.
Qué preciosidad de relato, Jams, me encanta cómo hablas de ella, a través de él.
El título, como anillo al dedo.
Y con este comentario, el último por hoy, me retiro hasta mañana…
Besotes
Acertada la elección del nombre, las mujeres rurales, y en muchos casos las mujeres en general, son, somos, soporte de la familia, sin duda lo eran antiguamente cuando los hombres no colaboraban en las tareas de la casa y cuidado de los hijos. Por suerte todo eso está cambiado.
Buen retrato de una mujer rural que, con su muerte se lleva tantas cosas.