75. NO HAY POZO SIN LEYENDA (Toribios)
Mi abuela era capaz de subir un caldero lleno de agua a pulso sin que se le cayera ni una gota. Aún la recuerdo con sus sayas negras al borde del pozo, un pozo sin brocal que se tapaba con unas hojalatas para evitar el peligro. Mi abuela apartaba las chapas de metal, cogía el caldero vacío y lo dejaba caer hasta que se oía el ruido de su choque con el agua. Yo asistía embobado a esta escena, preso del poder misterioso de ese lugar profundo al que no me dejaban asomar. Luego, mi abuela tomaba firmemente la cadena e iba subiendo a pulso el caldero, con las piernas separadas y bien firmes, y los labios apretados. Yo admiraba a mi abuela. Mi madre me contaba de sus andanzas, desde una infancia de pastora en el monte, hasta una juventud en que había vendido pescado a pie por aquellos pueblos, con la caja chorreando hielo a la cabeza. También ordeñaba, guisaba y lavaba en el río. Pero fue mucho más tarde cuando me enteré de lo del Rubio, uno del monte al que escondió. Y entonces la admiré mucho más. Sobre todo siendo mi abuelo guardia.
Límpido y hermoso homenaje a una abuela de, por suerte, otros tiempos. Laboriosa, fuerte, generosa y, también, osada. Atreverse y ser capaz de mantener oculto al Rubio en una época de temor y desasosiego continuados, además del respeto y reverencia obligados al marido supone tener muchos redaños. Bravo por ella. Muy bueno tu texto, Antonio. Suerte y saludos.
Gracias, Jesús, por tu comentario y tus buenos deseos. La historia es casi real, aunque pasada por el tamiz mentiroso de la literatura.
¡Qué admirables son las abuelas!, y más las que han tomado las riendas de la familia en un ambiente poco propicio y trabajoso.
La de tu relato, chapó, además de valiente y generosa.
Mucha suerte, y un saludo
Pues sí, María Jesús, las abuelas, al igual que las madres, de no existir habría que inventarlas. Gracias por tu comentario.
Una mujer valiente y con las cosas claras. que ha contribuido con su aportación a que un pozo, que no deja de ser más que una simple abertura en la tierra, se convierta en leyenda. Un lenguaje preciso y lleno de oficio, al servicio de una historia fascinante.
Un abrazo y suerte, Antonio
Bueno, Angel, no podrías faltar. Gracias por esa crítica tuya tan exultante de amistad.
Una mujer fuerte, hecha a la vida, valiente, temeraria, generosa. Una persona para admirar. Un relato que nos lleva a sentir esa época en la que el trabajo era algo más cumplir con las tareas.
Buena historia que seguro tiene algo de realidad.
Me alegra leerte Antonio, un abrazo.
No pues, sí… le llegó el amor uniformado. Me imagino que cuando visitaba su escondite, el amor dulcificaba sus arrestos de mujer dura. Lindo relato, Antonio. Muchas felicidades!
A mi lo que me gusta es el tono en que lo narras, tan coloquial. Evoca a la perfección la voz del nieto, y la visión infantil y admirada de su abuela.
Suerte y abrazos,