82. Historias de familia (Mar González)
El bisabuelo Adolfo hizo las Américas. Suena a aventura y dinero, nada más lejos de la realidad. Lo bueno, que conoció a la bisabuela, una gallega de las de antes que volvió a su tierra cuando él falleció en un accidente, dicen, en la construcción de un hotel importante.
En aguas de nadie nació el Fito, como le llamaban todos en el barco. Siempre se sintió gallego, pero muy joven marchó a Alemania a apretar tornillos en una fábrica. Para entonces ya había conocido a la abuela y, cuando juntó unos duros, volvió y montó una gasolinera a la entrada del pueblo, hasta que la autovía pasó unos kilómetros más allá.
Papá no habla de aquellos tiempos. Fue a Madrid a estudiar y no volvió. Apenas el día de la fiesta en agosto. A la Sonsoles no le gusta el pueblo, dice.
Yo, de pequeño, iba todos los veranos. Ahora me escapo algún sábado para estar con el Fito. La abuela no le deja fumar y vamos juntos a la destartalada gasolinera. Compartimos pitillo y confidencias, como historias de ese bar, en una callejuela de Frankfurt, que debo buscar cuando vaya a estudiar el próximo año.
Esperemos que este nieto no tenga que revivir las, seguramente, penosas condiciones de vida de su abuelo y que pueda disfrutar de ese bar y de los recuerdos que genera en Fito. Y que regrese después de sus estudios y que siga devolviéndole vida a sus abuelos, visitándolos. Suerte, Mar. Un saludo.
Gracias Jesús. Creo que en ese bar se podrían escribir muchas historias. Un abrazo
El que la savia joven y preparada haya de buscar su porvenir en tierras lejanas y extrañas, por muy globalizados que estemos, es un modo de inmigración, con todo lo que de negativo conlleva. El abuelo que hizo las Américas al menos regresó y montó un negocio en su lugar de origen, aunque luego fracasara. No sabemos si los que han de irse ahora en busca de un porvernir regresarán algún día, ojalá.
Siento que al final no coincidiéramos el sábado, Mar. Otra vez será.
Recuerdos al «jefe», un achuchón a tus muchachotes y un abrazo para ti. Suerte
Hola, Mar.
Las emigraciones de los viejos y de los más jóvenes. La emigración que muestra su nariz de eterno retorno. La historia que se repite con diversa tonalidad en el flujo, más positivo o menos. Pero el hecho de viajar contra el propio país, que es en lo que la emigración se resume. Ya es triste tener que irse a estudiar al extranjero, muy triste y muy indiciario de carencias en la tierra de origen. Aunque después de todo ese bar en una callejuela de Frankfurt no diste tanto en definitiva de la tasca de enfrente en el terruño. Me gusta tu propuesta. Un beso.
Gracias Martín. Creo que en todos los lugares hay tabernas, baretos, donde nadie es extranjero y te sientes como en casa. Un abrazo
Juan, qué pena no habernos podido poner cara de rana, croak, croak. Gracias por tus palabras, ¡Feliz Navidad!
Ángel, los peques son ahora los que mandan y no entienden de tiempos breves, ainss… con las ganas que tenía. La próxima no fallamos. Un abrazo fuerte
Me gusta tu historia Mar, de generación en generación va surgiendo la necesidad de emigrar por diferentes razones ¿Terminará algún día? Creo que no, que ya va en los genes de esa familia. Bueno, quizás vaya, más bien, en los genes de todos los que obligan a esa necesidad, sea como sea, un placer leerte y ojalá tengas mucha suerte. Besos.
Un encadenamiento muy sugerente, Mar. Hay familias en las que la migración parece llevarse en los genes.
Mucha suerte. Abrazos.