DIC127. DIAGNÓSTICO: EMPACHO, de Amparo Bárcena
Recuerdo que era Nochebuena. Llovía sin tregua. Yo deseaba ver mis cálidos prados cubiertos de nieve, no frías aceras de cuidad encharcadas.
En medio del bullicio en el que me encontraba me sentía melancólico, extraño, como ausente. Me preguntaba por qué añoraba tanto aquella navidad de niño de mitones rotos, de gruesa bufanda y, también, de abundantes necesidades envueltas en una perpetua sonrisa; esa que dejé atrás hace años, justo cuando, en teoría, la fortuna llamó a nuestra puerta. Pronto encontré la respuesta: No me gustaba mi presente porque carecía de calor aunque derrochase resplandor. Lo descubrí cuando miré la abundancia de nuestra exquisita mesa y los lazos de raso de los cerca de cincuenta paquetes que se apelotonaban en torno al árbol más ostentoso que pudimos comprar.
Sonaban los típicos villancicos y faltaban muchos de los que antes estaban. Aún no habíamos comenzado a cenar cuando de repente…
Arcadas y más arcadas. Malestar general. Ganas de vomitar.
Seguía lloviendo.
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Ea, eso es lo que tiene tener tanto!! Se suele añorar las pequeñas cosas. Suerte!!
Suerte y que el año nuevo te deparen eso: «pequeñas cosas».
Besicos muchos.
Está claro que los lujos materiales nunca pueden suplir los verdaderos lujos: el calor humano y la felicidad que encontramos en compartir una sonrisa. Lo reflejas muy bien en tu relato, Amparo. Un beso.
Amparo, las ostras y el caviar son muy traicioneros. Un saludo, suerte y felices fiestas.
Gracias a todos por vuestros comentarios.
Felices Fiestas y empachémosnos de esas «pequeñas grandes cosas» que dan color y calor a nuestras vidas 😉
Un beso grande.
El consumismo actual frente a la supervivencia de la niñez. Hemos progresado, pero no controlamos. Venga, que tengas suerte.