51. Faquir por correspondencia
Cogió aquel fular rojo y se lo puso en la cabeza, como si fuera una especie de turbante; sacó la vieja flauta que tenía cuando iba al colegio y se puso a tocar, sin atinar con ninguna nota, sin ritmo ninguno. La gente se agrupó alrededor de tan extraño artista, que se veía que no tenía un don para la música, esperando cual sería su verdadera actuación.
De repente, de un cesto, apareció una serpiente de cascabel que no se movía al ritmo de la música; más bien parecía molesta e incluso se diría que hastiada, miró al extraño faquir y le mordió dos veces. La gente gritó asustada durante un instante, luego aplaudió ya que veían que el artista seguía tocando; con lágrimas, pero seguía tocando.
Tras media hora y veinte mordiscos más, el faquir acabó moribundo la actuación; guardó la serpiente en la cesta y pasó, con la piel amoratada, la gorra entre el público asombrado por aquella dantesca actuación. Cuando llegó a la última persona se desplomó en el suelo, y farfullando entre susurros se le escuchó: «maldito curso a distancia».
Rubén, qué buena historia y fenomenal final. Suerte y saludos
Muchas gracias por tu comentario Calamanda, me alegro que te haya gustado. Saludos
Yo que soy una cursillista nata, me he sentido muy identificada con tu faquir:) Me encantó el final, felicidades Rubén.
Muchas gracias por tus palabras Laura, me alegro que haya gustado. Saludos
Los hay que, al margen de la forma, perseveran en su actuación… Quizás la teoría del curso conducía a error, pero lo que es seguro es que las prácticas dejaban mucho que desear. Un texto ingenioso de un humor bastante morado, jaja.
Un saludo, Rubén.
Muchas gracias Manoli por tu comentario, la verdad es que me ha salido un relato con cierto humor morado tirando a negro, jaja. Saludos.