14. ¡Al fin solos! (María José Escudero)
En mi casa, por un tiempo, hubo un fantasma. Era una sombra gris que se paseaba ociosa de la cocina a la sala y que ocupó, sin ningún reparo, la estancia más espaciosa y más soleada. A mi hermano y a mí nunca nos decía nada que no fuera:»¡Niño, para!, ¡niña, calla!», y cada vez que se aparecía, por no enfrentar sus ojos de espectro contrariado, corríamos a escondernos detrás de las cortinas o debajo de la cama.
Una mañana de julio, sin que nadie la invocara, se personó en el rellano un hada rubia de mirada clara para anunciar, con una sonrisa, que se llevaba al fantasma. Mis padres, sabedores de que no se puede contradecir a las hadas, se marcaron un foxtrot del pasillo al comedor y, sin disimular la alegría, dieron su aprobación.
Cuando el fantasma salió por la puerta con sus babuchas de piel y su toquilla de lana, el verano rezagado entró, al fin, por las ventanas.
A mi querida y mágica tía Rosita
Hay personas que afrontan el final de sus vidas pensando solo en ellas mismas, como almas en pena para quien no existe ya otra realidad. Tu personaje, que por la dedicatoria final parece haber sido real, produce en esa joven pareja de hermanos la sensación de que estaba presente, pero nadie contaba con ella, como tampoco ella con nadie, al tiempo que todo le molestaba. En ese sentido era una fantasma, despojada de toda ilusión o energía no vivía como los demás, a la espera de que llegase el final inevitable.
Nadie se alegra de la desaparición de otra persona, menos de un allegado, pero hay quien ha dicho y hecho todo lo que tenía que decir y hacer; en esos casos, la prolongación de su existencia material no es positiva para nadie, comenzando por ella misma, hasta el punto de que la convivencia se hace muy difícil, de ahí esa alegría indisimulada de los padres, con baile de celebración incluido.
No es la primera vez que te lo digo y no será la última: aparte de una redacción que dominas, con meritoria sencillez y exenta de imposturas, tus historias se caracterizan por una gran sensibilidad.
Un abrazo, María José. Suerte
Muchísimas gracias, Ángel por tus palabras. En realidad, el fantasma era una tía abuela(mujer de muy mal carácter) que mis padres heredaron y que, unos cuantos años después, mi mágica tía Rosita (un hada de las de verdad) se la llevó a vivir con ella porque hay ciertas cargas que se deben compartir.Gracias y un abrazo.
Es una metáfora muy linda. Me gusta que sea un hada quien se lo lleve, y que ese fantasma… se parezca a alguien de la familia. En cualquier caso seguro que se la echará de menos, seguro.
Felicidades, suerte.
María José, tierna historia y fenomenal final. Suerte y saludos
Es tan mágico y fantástico que me parece real. Bueno, la dedicatoria me ha ayudado un poquito… 😉 Me encanta.
Nos muestras muchas cosas en tan pocas letras, María José, que tu texto se convierte en algo más que un relato. Quizás en un compendio de lecciones de existencia, o si prefieres también puede ser un cuento con moraleja.
La amargura y apatía de quien no espera nada contrasta con las ganas de jugar de los pequeños y la resignación de los padres hasta que… ¡aparece el hada! y entonces, al igual que el sol, entra la alegría en toda la casa.
Y, por si fuera poco, nos ofreces la dedicatoria, y se agradece, porque tuve que hacer dos lecturas para entenderlo.
Enhorabuena!!!
Lo del foxtrot en el pasillo… ¡genial! 🙂
Una metáfora tierna, certera y dura a la vez. Esa existencia de fantasma, que justifica el alivio ante la llegada del hada. Me ha gustado mucho. ¡Suerte!
Me ha parecido un cuento entrañable sobre esos fantasmas que, quién no, todos tenemos en casa.
Bsss!!
Muy bonita tu historia. Aunque a mi me da un poco de pena tu fantasma, el motivo por el que llegó a serlo.
¡FELIZ NAVIDAD Y FELIZ AÑO!