62. Daños colaterales (Rosy Val)
«Para malvivir entre pucheros, no te dio Dios esa cara y ese cuerpo», le piropea el boticario cuando la ve sacudiendo la alfombra por la ventana.
«Tonterías, yo no valgo para otros menesteres –contesta mirándose las manos–, han pasado penuria, hambre, no son las de una señorita…».
Y su mente vuela hasta Mercedes en la puerta del colegio. Cuántas mañanas la enviaba a su casa a limpiar el zaguán y las botas de la montería de su marido y la cuadrilla. Después, sentadita en el patio entre claveles y gitanillas, le sabía a gloria el trozo de pan blanco con su chorreoncito de aceite y una cucharada de azúcar. Por la tarde, mientras los gemelos hacían los deberes y su madre amamantaba al pequeño, ayudaba en las faenas de la casa; era la mayor y la única hembra de cuatro hijos. También recuerda la primera vez que la llevaron al campo a varear y recoger la aceituna, y cómo iban muriendo los días, sin tiempo ni ganas para otras tareas. Aún hoy sigue escuchando la voz áspera de su padre…
«Eres la más torpe de tus hermanos; todos saben leer y escribir y tú apenas te apañas con tu nombre».
Hola, Rosy. Triste la historia que nos traes, por desgracia, en otros tiempos y en determinados ambientes, bastante habitual. Por el «simple» hecho de ser mujer, se tenían asignadas (por una tradición mal entendida, para seguir manteniendo algunos su «dominio», por lo que dictaba la doctrina religiosa, etc.) unas determinadas labores y se las relegaba de lo que pudiera servir para darles más instrucción, y, por tanto, más autonomía. Y lo más triste es que por un motivo u otro, muchas parecían resignarse, e incluso, algunas eran «felices» así. O, al menos, lo parecían. Habría que verse en esas circunstancias. Me ha gustado. Suerte y un saludo.
Cuántas mujeres, como diría Mafalda, jugando un triste trapo en su historia…
Muchas gracias, Jesús, por tu comentario.
Un abrazo.
Hola, Rosy, mi gran Rosy Val.
El título es magnífica antesala de lo que nos aguarda como lectores. Y tu diana es una mujer, de las de antes, pero que , por desgracia para todos y todas, todavía están presentes en el tejido social del mundo. te has ceñido bien bien a la foto y has atacado el tema de la cenicienta universal. Piropeada como hembra y negada como mujer. Ninguneada por su propio padre. ¿Qué se puede esperar entonces? Poco más lejos de la resignación, no de la cristiana, sino de la cretina, sí, la cretina resignación. Si quieres algo lucha por ello, vocifera, pelea, pero la pobre seguro que adolecía de fuerzas para tener una mala palabra contra nadie siquiera. Y la madrea amamantar. Qué bien casi elidida, suprimida. Como la vida suprimía a esas mujeres casi seducidas por su condición, la más miserable, la del que prefiere vivir de rodillas a morir de pie. Las mujeres ya no sois así, y eso os prestigia a mis ojos. Pero ahí queda el testimonio de tu texto como un grito de cólera sofocado. Un gran texto. Un beso grande.
Eduardo, cuánto me alegra verte por aquí… regalándome un comentario que te define tanto. Muy agradecida de que me dediques tu tiempo.
Un abrazo para ti, y un besote muy especial para Edu.
Por si fuera poco el sacrificio y la renuncia de sí misma en favor de sus hermanos, no solo no recibe ningún agradecimiento por ello, sino que además es vilipendiada por no haberse formado míninamente, un daño colateral atroz, como si la pobre hubiera tenido tiempo para ello. Lo peor de todo es que no se revela porque en el fondo hasta se sentirá culpable cuando le reprochan su ignorancia, así la han educado y ni ella ni nadie parece estimar que esa situación es injusta de raíz.
Un relato de los que golpean en la mandíbula, tanto más cuanto percibimos que es una ficción posible.
Un abrazo, Rosy. Suerte
Angel, ficción tan posible como que está basado en un hecho real. Cuando la protagonista de mi historia era una niña, la misma maestra contribuía a su no formación, pues cada día que la mandaba a trabajar a su casa no asistía al colegio. Encima se creía una privilegiada cuando le decía que era su alumna preferida, amén cuando la «recompensaba» con ese trozo de pan jugando con el hambre de la época…
Muchas gracias por tus palabras.
Un abrazo.
Hola, Rosy.
En 200 palabras has contado la historia de tantas mujeres de nuestro país, o de cualquier otro porque los patrones se han repetido, en las que una mujer era el burro de carga, la que siempre estaba disponible, la que después de trabajar seguía trabajando. La que, si sus faenas se lo permitían, iba a la escuela…
Me da pena, la verdad, los reproches del padre, el mísero pan con aceite como pago y su dedicación a cualquier cosa menos a ella misma.
Dice Ángel que el micro golpea… Ya lo creo que lo hace.
Toda la suerte del mundo para ti, guapa.
Un abrazo gigantescomórfico.
Towanda, encantada de verte por aquí… y de haberte «golpeado» pero como le digo a Ángel, conozco a la persona que sufrió estos «atropellos» y la rabia es mayor cuando por su inteligencia podría haber llegado a ministra… bueno, ministra no, que eso esta muy demodé.
Un abrazo grande.
Rosy, nos traes la historia de tantas mujeres de antaño, que por el simple hecho de ser mujeres no tuvieron las mismas oportunidades ni el mismo valor que sus hermanos varones. Muchas no sabían leer pero de trabajar estaban bien hartas. Fueron las víctimas de un machismo, que después de años de lucha por la igualdad hemos conseguido ir cambiando y dignificar nuestro trabajo y nuestra valía.
Muy duro tu micro, pero nunca debemos olvidar nuestra historia, para que no se vuelva a repetir.
Enhorabuena. Te deseo mucha suerte.
Besos apretados.
Hola, Pilar, un tema muy socorrido el mío, pero cuando vi la foto no me vino otra cosa que la desigualdad de la mujer en todos los aspectos de su vida. Gracias por acercarte hasta mis sencillas letras.
Un abrazote grande.
Rosy, buen relato y triste. Tu protagonista sufre esos daños colaterales, por el simple hecho de ser mujer.
Un saludo y suerte
Así es Blanca, nacer mujer conlleva un plus.
Gracias por tu visita.
Un abrazo.
Tu estupendo relato nos muestra una época donde las mujeres eran ninguneadas intelectualmente y explotadas física y emocionalmente. Daños colaterales de una sociedad miope ante la igualdad. Muy bueno, Rosy. Abrazos y suerte.
«Una sociedad miope ante la igualdad», qué buena frase.
Gracias, Salvador.
Un abrazo.
Acaso lo peor de ser tratado injustamente por la vida sea ese mal concepto que uno llega a tomar de sí mismo. Porque cuando ciertas actitudes erróneas están tan arraigadas en la sociedad, en algunos casos incluso llegan a ser aceptadas como algo natural por sus propias víctimas. Me encanta el modo en que dejas ese planteamiento tan claro a través de la realidad de tu personaje. Y aprecio muchísimo también el uso reivindicativo, comprometido, que sueles dar a tus relatos, algo que deja traslucir los grandes valores que llevas dentro.
Enhorabuena por esta hermosa y oportuna propuesta, y mucha suerte con ella.
Un fuerte abrazo, querida Rosy,
Pues sigamos haciendo historias reivindicativas… y aprendiendo de plumas geniales como la tuya… súper agradecida por tu súper comentario.
Un súper abrazo, Enrique.