53. Las mejores críticas (R. L. Expósito)
La joven Cate cumplía el sueño de actuar en un festival de teatro griego. Aguardaba su turno entre bambalinas cuando advirtió, demasiado entusiasmada, que las gradas de piedra del hemiciclo estaban repletas. ¿Cómo iba a defender su monólogo lleno de llanto contenido, si salía al escenario sonriendo? Sería el principio perfecto de una carrera truncada… Para evitarlo, se tragó la sonrisa —revoloteaba en su estómago— y entró en escena fingiendo aplomo.
Caminaba con la túnica al viento, sofocada porque aquella tarde veraniega hacía bochorno y porque su sonrisa regresaba pecho arriba, le hacía cosquillas en la garganta. Apretó los dientes, contuvo la risa. Si ahora cediese, ¡¿arruinaría su interpretación con carcajadas tragicómicas?!
Afligida, desquiciada por tener aquella euforia a flor de piel, Cate miraba al cielo suplicando algún milagro… y divisó los nubarrones de una tormenta inminente.
El corazón le dio un vuelco, derramó su última esperanza. Luego empezó a recitar —la inercia de meses de ensayo— y su rostro se deshizo en pucheros tan amargos, tan genuinos, que el público asistió sobrecogido —mientras pudo— a la actuación más convincente que jamás hubiera imaginado.
Por eso en la prensa del día siguiente, a Cate le llovieron las mejores críticas.
A veces hay que sobreponerse a la emoción para poder hacer un buen papel, incluso cuando la emoción es una alegría incontrolable por un debut dramático. Suerte de esa lluvia, la real y la de buenas críticas.
Suerte y abrazo
No sabes cuánta razón tienes, Anna: sobreponerse a las adversidades y perseverar son dos actitudes que suelen marcar la diferencia en cualquier ámbito, no solo el artístico; después de todo, ¿no dicen que la vida es un teatro?
La suerte ayuda, claro, pero es un elemento demasiado inestable… es esa tormenta de verano que tan pronto te saca de un apuro como te hunde en el siguiente. Si te sobrepones, si has perseverado, a menudo te sorprenderá la naturalidad con la que logras mantenerte a flote.
Gracias por la visita, suerte a ti también.
(no, no he encontrado esta respuesta en ningún libro de autoayuda, ni me la ha gritado al oído un entrenador personal; salió ella solita, ¡qué perseverante!, arrastrándose por mi ciénaga de pedanterías)