63. Remesas defectuosas (Jerónimo Hernández de Castro)
Es el mejor. A pesar de publicar constantemente su secreto, no hay ingeniero biofacial como él: Lo importante es la elasticidad de las comisuras, insiste. Si no se trabaja desde la primera puesta en funcionamiento, la sonrisa original de fábrica se pierde pronto y se desploma enseguida en sucesivos pliegues de tejido plástico, que retuercen el gesto del humanoide para siempre.
Él mira cada androide con ternura, como si fuera una criatura única y acaricia con golpecitos sus mejillas inertes, para dotarles de esa pizca de alma que pueda ser autocaptada por su precaria inteligencia artificial.
Se nota en los resultados cuando una persona ama lo que hace. Hasta es capaz de aportar, como si se tratase del sumo Creador (si este existiera) de alma a sus invenciones con apariencia humana, aunque sea solo una «pizca». Por otra parte, no es extraño que los humanoides acaben por perder la sonrisa con el tiempo, a muchos humanos les suele ocurrir más o menos lo mismo cuando llegan a la edad adulta.
Un relato que recuerda «Blade Runner», con un futuro posible y no muy lejano, con remesas defectuosas de robots biológicos a imagen y semejanza del hombre, aunque sin peligrosos replicantes. A mí me ha gustado mucho, será que soy bastante friki-aficionado a la Ciencia Ficción.
Un abrazo y suerte, Jero
Gracias por tu comentario Ángel. He querido dar una vuelta (no sé si con éxito) al mito de Frankestein o al más actual Blade Runner. Es el amor o el Amor el que da el alma hasta a un pedazo de plástico y, más allá, como el cariño cuando los humanos estamos empezando nuesro funcionamiento en la vida es el que marca la sonrisa eterna o la amargura precoz.
Un abrazo enorme
Tu científico podría ser el hermano gemelo bueno y hasta tierno de esos otros, tipo Doctor Frankenstein, Jekyll y similares, a los que se les va la mente más allá de su creación. Y se alejan de la humanidad, convirtiéndose en una especie de seres monstruosos, casi más peligrosos que sus criaturas.
Pocos debe haber (al menos en los libros y en el cine) como el tuyo. Que, además de buen profesional, siga siendo así de humano.
Felicidades Jero. Mucha Suerte ♣
Gracias Esperanza!. Yo buscaba el cariño del ingeniero biofacial con sus criaturas para que no pierdan nunca la sonrisa, a pesar de ser todos imperfectos y por muchos que sean los años de funcionamiento.
Un beso grande
Jero, no perdfer la sonrisa es un gran reto y una meta fenomenal; lo has contado con ternura y fantasia. Suerte y saludos
Muchas gracias Calamanda. Me alegra mucho que te haya gustado este miniartilugio para la sonrisa. Un beso
A mí me ha hecho pensar más en el viejo Geppeto y su Pinochio que en el doctor Frankenstein (que leo en los comentarios). El segundo abomina de su creación, en cambio tu personaje, como el viejo carpintero, pone todo su amor en cada androide y, aunque los sabe imperfectos, no deja de darles su cariño pues de esa forma consigue que su sonrisa luzca más tiempo. Una metáfora exquisita de lo que es la educación: tocar el alma de ese otro ser (o su incipiente inteligencia artificial) y dejarle huella.
Suerte y abrazo.
Muchas gracias Anna. Has descrito a la perfección la intención de mi relato: el amor en la educación como herramienta para las criaturas imperfectas cómo nosotros. Un beso enorme
Este sí que es un científico que sabe lo que hace, y que ama su trabajo. Me encanta la gran metáfora que encierra tu historia. ¡Mucha suerte!
Muchas gracias PAtricia! Es una gran alegría que te haya gustado la metáfora
Un beso enorme!