22. LA FISONOMISTA (Salvador Esteve)
Las desapariciones de niños conmocionaron a la región. No fueron encontrados, tampoco sus cuerpos, y la esperanza acampó aguardando un milagro. Un día, sin saber por qué, el monstruo dejó de actuar.
Pasaron años y, aunque los padres seguían llorando su ausencia, la gente empezó a olvidar.
La llamaban la viuda loca, mas comprendían que su cordura fue extirpada el día que su hijo desapareció. Hablaba con sombras, regañaba al vacío.
Todos los días llenaba el barreño de comida y entraba en la cuadra, los animales se revolvían inquietos. Al fondo, en un habitáculo en penumbra con barrotes estériles de compasión, se oían susurros ininteligibles. Cuando encendía la luz, el grupo de adolescentes se arremolinaba temeroso, pero habían aprendido qué hacer si querían comer y sobrevivir. Lavaban su rostro en la jofaina, y, uno a uno, se acercaba a la mujer. Ella los miraba con amor, los ojos de uno, la nariz de otro, los rizos rubios, el hoyuelo en la barbilla… Al salir del cobertizo siempre sorteaba el árbol, ese bajo el que yacía un cuerpo ahogado. Se parecía a su pequeño, pero no era él, pues cada día Dios bendecía sus ojos comprobando que su hijo seguía vivo.
Una mujer pierde la razón cuando su hijo muere ahogado. Trata de volver a componerlo con otros niños, algo imposible y disparatado. Nadie sospecha de ella, pues también es una víctima, la primera que perdió a un hijo. Esos «barrotes estériles de compasión» muestran a las claras que solo es capaz de existir en esa fantasía, creada a costa de otros para seguir viviendo. Ellos, los niños que todos creen desaparecidos, ya adolescentes, también tratan de sobrevivir a su manera, de la única forma que se les permite.
La mente humana es muy compleja y hemos visto ejemplos no muy distintos al que planteas en tu relato, lo que no quita para que hayas sabido transmitir muy bien el horror de esa situación y, lo que es más difícil, un personaje como el de esa mujer, abominable sin duda, pero que tal vez, despierta también cierta compasión.
Buen verano, un abrazo y suerte, Salvador
Hola, Salvador. Estoy escribiendo desde el móvil, perdón por no explayarme (aunque soy de pocas palabras). Voy a lo fácil: rubrico lo dicho por Ángel. Solo añadir que me parece acertado el halo de «ternura» con el que revistes la historia y ese aire de leyenda atemporal del argumento. Me ha gustado. Suerte y un abrazo.
Soy una “tola” frustrada. Mejor dicho, una actriz, con papel de loca, frustrada. Creo que me moriré sin haberlo conseguido. 😀 Por eso, y por lo que tan bien han dicho los comentaristas anteriores, me encanta tu personaje.
Después de mandar mi cuento he leído el tuyo y me he quedado sorprendida. Hemos retratado casi a la misma mujer en una historia muy parecida. No sé cómo se nos habrá ocurrido la misma idea porque la foto no induce a ella.
Una coleccionista de rasgos a la que no le importaban los dueños de los mismos. En su mente un mero patchwork formando el recuerdo perfecto del hijo perdido, ¡bravo, Salvador!
Hola, Salvador. Como siempre, nos dejas un magnífico texto. La historia de un alma atormentada que sacia su deseo de tener a su hijo fallecido con ella a base de privar a otros padres de los suyos. Me ha encantado. Un enfoque original de la foto y perfectamente redactado. No podía ser de otro modo, viniendo de ti.
Mucha suerte, querido amigo, de corazón. Te la mereces.
Besitos. Feliz veranillo.
Hola, Salvador.
Vaya texto de desapariciones de niños. Uf, miedo me dan esas mentes perturbadas que ansían -a cualquier precio- recuperar lo que perdieron.
Fantástico, monsieur.
Un abrazísimo y suerte para tu micro.
Impresionante tu relato, deja huella. Suerte.
Besicos muchos.
Muchas gracias, compañeros, por vuestras amables palabras. A ver si pasa este caluroso verano y volvemos a la bendita rutina donde el tiempo no se evapora. Nos leemos en septiembre, abrazos.