52. Epopeya
Tan pronto asoma entre las nubes la rosada aurora, suena el despertador. Levántase Carmela, deja hechas las faenas y se dirige a la peluquería donde una moza de ágiles dedos tiñe, marca sus rizados cabellos y los cubre con un casco de refulgente laca que la protegerá en los combates inmediatos. Enfréntase primero al severo tutor de cuarto B y consigue clemencia para que su Javi, de ánimo inquieto, no sea expulsado otra vez del instituto. Dirígese más tarde a la tienda de Rosi, de tierno corazón, y con dulces palabras la persuade para que vuelva a venderle de fiado. Ya en casa, tras aderezar con esmero la grasienta carne y disponerla junto a una crátera de añejo vino y un habano que guarda desde la boda del hijo de su hermana, espera a su Antonio, que llega exhausto de sellar la cartilla del paro. Comparte el banquete con su esposo, lo conduce hasta el blando tálamo y, una vez satisfecho y reposado, comunica al de vivo genio que su niña, Purita, la de ojos de novilla, está de cinco meses.
Qué cruda es la realidad a veces. Sentirse guapa y protegida con ese casco de laca, sin una cana y con cada rizo en su sitio, da fuerzas suficientes para enfrentar las miserias cotidianas.
Me ha gustado mucho la manera de contarlo con ese tiempo verbal que creo que es típico de Asturias. (levántase, enfréntase, etc)
Felicidades,
Besos.
Una familia en la que cada uno de sus miembros no tiene desperdicio, que se mantiene casi de milagro, con esa madre y esposa como eje que todo lo sostiene en un equilibrio frágil, pero con ella todo parece posible. Además, lo lleva con alegría y buena presencia, pese a las penurias, la peluquería que no falte.
Un relato que hace de la necesidad virtud, algo surrealista y con toques tragicómicos, como el del marido «exhausto de sellar la cartilla del paro».
Un abrazo y suerte, Asunción
(Mil perdones, Elisa, que acabo de cambiarte el nombre) Aprovecho y te mando otro abrazo
Un relato lleno de ironía para contarnos la triste situación familiar de la protagonista. Ella es una auténtica guerrera que lucha en cada batalla para salvar a todos los miembros de su familia y que su vida no se desmorone.
Muy buen relato, Elisa. Enhorabuena. Te deseo suerte.
Besos apretados.
Un relato que rezuma ingenio y gracia entre la aparente simplicidad de lo cotidiano.
Me encanta.
Suerte y abrazo.
Me encanta. Qué trabajos los de las madres velando por todos y cada uno mientras ellas… se van comiendo los marrones. Qué buenas las madres!
Y tú!