44. DOS VELOCIDADES (Belén Sáenz)
En qué momento has pisado el acelerador, que no me he enterado. Cuándo has metido la quinta marcha. Ayer paseábamos por la ciudad de la mano y me dices ahora que se ha terminado el recreo. Quién va a querer jugar conmigo, tu muñeca usada. Voy a echar de menos que me deshagas las trenzas y me cepilles el cabello cien, doscientas, veces. Cuándo ha dejado de hacerte gracia que te sirviese el café en mis tacitas de juguete, que te preparase comidas de mentirijillas. Mis articulaciones de policloruro de vinilo, nunca ágiles, te agradecen que dejes hecha la cama, sin olvidarte del osito de peluche sobre la almohada. Veo desde la ventana que me toca en el reparto el descapotable azul. Está aparcado en la acera, con la cuerda dada a tope —gracias otra vez—, y apenas logro distinguir tu estela cuando te vas por otro carril más alejado. Estás desdibujado, quizás porque las lágrimas me han atorado el mecanismo de los ojos o simplemente por efecto de esta nueva velocidad tuya. No me has pedido que te siga, no me has prometido que volveremos a vernos. La huida desde el territorio de la infancia es irreversible.
El abandono de la infancia a veces sucede sin que haya demasiada conciencia de la transformación. La adolescencia exige rebeldía y no mirar atrás, pero cada persona tiene su ritmo, es la diferencia de velocidades que señala el título la que marca el conflicto.
Es una muñeca la que cuenta su triste historia, la de un desamor, en el que ella recela de cambiar de estado, o no ha llegado su momento, mientras ve con dolor cómo quien más quería lo abandona todo, a ella incluida, para marchar a toda velocidad hacia un futuro diferente, algo que pondrá entre ellos una distancia insalvable.
Con una lenguaje trabajado y muy bien medido, sentimos el dolor de esa Barbie despechada, anclada en su mundo infantil aún, en el que ha perdido la ilusión y ha ganado amargura, perpleja y herida. La última frase es tan real como tajante. Un relato hermoso y a la vez sin concesiones.
Un abrazo y suerte, Belén
Dos velocidades y dos carriles muy diferentes, los de la adultez y la infancia… Es muy triste ver y sentir todo lo que ve y que siente la «muñeca usada»; no obstante, el micro me encantó.
Cariños,
Mariángeles