83. Tic Tac (Autor: Salva Terceño)
Mi coche era negro y adelantaba. Tic tac. A su lado los demás parecían estatuas.
Luego, por un tiempo, tic tac, lo perdí de vista. Cuando me pusieron en la calle lo habían destrozado. Los chicos del barrio se habían ensañado, tic tac, con bates y sprays. Y alguno había bebido sus primeras cervezas en casa. Pero, nada dura. Tic tac.
Poco después, tic tac, me coloqué en la conservera. Clasificaba anchoas. Se me daba bien. Y era rápido, tic tac, con las manos.
Gané algo de dinero. Poco, pero no gasto demasiado. En cuanto ahorré suficiente, quise arreglar en coche. Lo pinté de color azul metalizado. El color era precioso, imposible de describir ni en un poema de mil años, tic tac. Pensé que sería un imán, un buen cebo para los amantes del vértigo.
Justo entonces comencé a circular muy lento, arrimándome a las aceras , al caminar pausado de las almas perdidas, hasta que el coche quedó parado. Tic, tac. Yo salía y hablaba con los viejos aburridos.
También con niños. Sus mochilas cargadas de inocente curiosidad, todo a punto, tic tac, para la vida, pero pasaban de largo. Hasta que puse aquella descomunal llave. Tan atractiva.