84. EL CONSTRUCTOR (Vicente Fernández Almazán)
Encontré una ventana desvencijada en cuyo interior latía aun el eco de pueblos arcaicos. La curioseé entre mis manos. Como soy un nostálgico maestro de obras, levanté una pared a su alrededor para echar un vistazo; luego construí un puñado de carreteras sin rotonda; planté girasoles en el arcén, y también diseñé un coche igualito que el que mi padre me regaló con cinco años. Sin pensármelo mucho, me subí en él y viajé por todo el orbe hasta el borde final. Allí paré a repostar y, ya de paso, dispuse un muelle para clonar el mar donde aprendí a zambullirme siendo niño. Excavé la arena con una pala de plástico buscando diamantes y levanté un faro de mar con la arena que me quedó en los bolsillos; y entonces me casé. Pero no lograba dormir. Así que cerré muchos libros para entretener el tiempo y una mañana de Reyes Magos, harto de tanta corriente de aire, cerré la ventana con un golpe seco y me senté en el suelo, junto a mi hijo, a seguir montando piezas de Lego. —Que importa qué —le digo—; sigue construyendo, que, si las piezas deben encajar, ya distinguiremos cómo.
No está hecha la miel para la boca del asno. Eres una genialidad escribiendo. Se te reconocerá a destiempo…