30. Crepúsculo
A sus ochenta y dos años, con gran esfuerzo, el abuelo Alejandro terminaba el que sería su último cuadro, una copia de El Estudio Rojo, de Matisse. Los juegos de luces, reflejos e incluso estados de ánimo, que este oleo inspiraban, habían sido un reto para él durante sus últimos años de trabajo de copista.
Le asqueaba la simpleza con que denominaban rojo a los que era una verdadera constelación de estímulos: Bermellón, cadmio, amor, granate, amaranto, rubí, fuerza, odio, prohibido, carmesí, escarlata, pasión o rosa. Estaba seguro que Matisse, Munch, Gaugin o Rothko, nunca hablaron de ese color, así, sin matizar, como un analfabeto que mira las letras y es incapaz de desentrañar un texto.
Jamás se desprendió del cuadro y nunca volvió a pintar, hasta un día en que cogió un tubo de blanco de titanio, y fue sobrepintando el suelo, la pared, la mesa y las sillas, el jarrón, las figuras y las flores del lienzo. Cuando tapó todo su trabajo, el mismo día en que se instaló la desmemoria, sobrepuso su nombre en blanco rutilante, que el tiempo termino de mimetizar con el fondo monocromo.
Tu personaje es un artista identificado hasta tal punto con sus obras, que al tiempo que su cuerpo sufre una mengua de facultades y la memoria se le queda en blanco, decide también pintar de este color su última obra, la de alguien unido al arte desde que tuvo uso de razón hasta que comenzó a perder la conciencia de sí mismo. Su «crepúsculo» es claro y es consciente de él, materializado en ese paso de tonos de rojo profesional al blanco más uniforme. Todo se termina por muchas vueltas que se le quiera dar.
Un relato sobre el declive inevitable y la sabiduría de aceptarlo.
Un saludo, Ezequiel. Suerte
Gracias Ángel, nuestras obras nos acompañan y definen hasta el final.
Un abrazo.
Los pintores y su forma única, especial, personal, de ver e interpretar los colores. gran relato que homenajea tanto a la literatura como a la pintura. Hay que saber ver bien los colores, como hay que saber leer bien las palabras.
Te deseo toda la suerte del mundo. ¡Abrazos
Gracias Salva. Nuestros intentos de reflejar la vida con pinceles y lápices, son más gratificantes cuando llega la recompensa: ser recibidos por gente querida.
Un microrrelato que es toda una metáfora de la vida, en la que se parece que no pero se habla de ella. Muy elegante.
Felicidades
Gracias, Luisa, me alegra que compartas conmigo la intención del relato.