42. Nicolai y el cántaro roto (Salva Terceño)
En Zelenyy8, la astronave rusa, Nicolai ingiere sus vitaminas. Mientras, estudia aquella lejana mancha verdinegra en el corazón de la tierra, una monstruosa explosión vegetal, tan vetusta como virginal.
Custodian sus límites dioses impronunciables, inspiradores de atroces leyendas sobre relámpagos y diluvios. Leyendas imaginadas por hombres de cuerpecillos cetrinos y pelo azabache, tribus que pescan con lanza y elevan chozas de palma. Hombres que saben extrañar la lluvia cuando escampa.
Habitan un terreno limoso que no conoce el fulgor del sol. Un umbrío submundo bajo el gobierno de helechos y madreselvas, saturado de larvas de artrópodos imposibles y anfibios esquivos. Un contexto clorofílico de perenne humedad letal, caleidoscopio de mantis asesinas y orquídeas carnívoras.
Nicolai leyó que, siglos atrás, tras sonar la pólvora, llegaron hombres acostumbrados a apropiarse de la tierra que albergaba los muertos de otros. Aquellos arcabuces y mosquetes cesaron, pero permanecieron los hombres con sus leyes de fuego y muerte.
Aunque no puede verla, imagina a Amaru, con su cántaro, atravesando la fronda hacia el manantial. Tendrá unos doce años. Suele cruzarse con guerrilleros ataviados de camuflaje y a veces Nicolai puede escuchar el cántaro caer y quebrarse, derramando aquel dolor secular en el silencioso herbazal esmeralda.
Salva, quillo, estás que te sales. Vaya relatazo. Al libro que vas!!!
Ayyy mi capitana!! Qué ilusión tu clmentario! Me alegro mucho de que te guste, de verdad. Valoro mucho tu opinión y, además, te has sdelantado a Ángel Sáiz… y eso sí es increible… jajaja
En serio, mil gracias!
Besooooosss!!
Esa astronave es una muestra del máximo nivel tecnológico alcanzado por el ser humano. Sin embargo, desde la distancia de una atalaya lejana y extraterrestre, desde una perspectiva de privilegio, el cosmonauta puede intuir que en esa selva verde, plena aún de vida animal, en ese sur siempre castigado y exprimido, los hombres apenas han cambiado desde hace siglos. Primero llegaron los conquistadores del norte a romper equilibrios y explotar tierras y personas; allí instalaron la semilla de una desigualdad que perdura. Esa niña que el astronauta imagina (y seguro que existe) es una víctima más de su propia raza, integrante de una especie que no respeta al entorno ni a sus semejantes.
Un relato profundo, lleno de contrastes, con un estilo envidiable, una muestra más de la versatilidad de su autor, capaz de tocar todos los palos posibles y algunos que no se han inventado.
A Belén la dejamos adelantarse y lo que ella quiera. Además, comparto el calificativo de «relatazo» que te dedica.
Un abrazo y suerte, Salva
Querido Ángel, tus comentarios son siempre tan acertados que, a menudo, dudo si el relato lo he escrito yo o hs nacido de ti… Tienes un ojo alucinante y una habilidad al alcancexde poco para diseccionar lo entreverado en los tejidos… Quizá es una suerte de crónica, inteligente y perspicaz, de un maestro en lo suyo.
Tu generosa capacidad de trabajo te engrandece aún más.
Gracias siempre!!!
Abrazo fuerte
Veo en tu relato, Salvador, y digo veo y no leo, porque lo veo más que lo leo, una visión intertemporal («alegal» palabro éste) de todas las colonizaciones habidas, y diría que por haber. El estudio del piloto protagonista aún le impresiona porque comprueba que tras varios siglos han podido cambiar las apariencias externas pero, en el fondo, el lobo hombre sigue saliendo de caza cada día, a depredar semejantes, a abusar semejantes. Es una lástima, pero si guardamos silencio podemos escuchar cántaros quebrándose cada minuto. Unos abren noticieros, otros se los tragará la selva para siempre.
Enhorabuena Salvador, suerte y abrazo.
Hola, Álvaro! Graciss por tu generoso análisis… has sabido encontrar el trasfondo, aunque no estaba muy escondido en esa selva espesa, estaba, como muchas ayrocidsfes, muy a la vista. Nada como alejarte un poco para ver bien, y Nicolai está todo lo lejos que se puede estar… y ve, sin ver.
La Humanidad avanza (si nos comparamos con siglos atrás), pero… ¡¡¡Dios, qué despacio!!!
Nuestro ejemplo y nuestros relstos sin nuestra humilde pero importante aportación.
Abrazo fuerte y gracias!!!
Salvador, un relato magnífico. Has sabido plasmar una fotografía que perdura en el tiempo. Desde tiempos ancestrales hasta hoy en día. Me has hecho sentir esa selva y todo ese color verde que la impregna. Y has mostrado con tus estupendas letras, que por mucho tiempo que pase, el hombre siempre busca la destrucción en su beneficio, antes y ahora. Y la imagen final de Amaru es un punto final excelente para este relato. Enhorabuena y mucha suerte.
Quiero aprovechar este comentario para felicitarte por tu merecido triunfo en ZENDA y el éxito de tus libros, felicidades.
Un abrazo.
Muchísimas gracias, Javier!! Celebro que te haya llegado con tanta claridad la oscuridad claustrofóbica que narra este relato, no ya la propiamente dicha vegetal de la selva, sino la autodestructiva del ser humano. Aunque es ese otro ser humano, alejado física y culturalmente, el espectsdor que lo humaniza todo con su mirada crítica.
Gracias por tus generosas palabras y por tu felicitación. Hubo suerte, cosa que siempre hace falta.
Felicidades a ti por tu reciente selección y suerte para el viernes… ¡¡Cruzaremos los dedos!!
Un abrazo