62. Querias morir sin decirme nada
Llamé a tu madre y me dijo con desprecio que no sabía nada de ti. Hacía tres días que habías desaparecido de mi vida. Cansado ya de buscarte, al fin comprendí que me habías abandonado, como se abandona un regalo inútil en un banco del parque.
Sabía que habías empezado a dejar de amarme mucho antes de ausentarte, porque dedicabas tu vida a las plantas del jardín y te alejabas de mí. Mientras ocupabas el tiempo con las plantas, noté que tu cuerpo iba perdiendo unos gramos cada día, los mismos gramos que ganaban las albahacas. Tus huesos se hicieron más cercanos a la geometría de la hiedra y tu contorno se anguló, como el hibisco del jardín. Finalmente, antes de abandonarme, tu piel fue tomando un verde de mustia enredadera.
Para aliviar mi desdicha, me dediqué al cuidado del jardín. Una mañana descubrí un gran recipiente lleno de compost que se secaba al sol. Por su forma supe que era un sepulcro, verde y triste. Me acerqué y olía a ti. Entonces lo comprendí todo. Querías morir sin decirme nada, porque estabas más cerca de la tierra que de mí.
Muy bella la estampa del jardin, menos bella la lejanía pero ¿qué es la vida sin la muerte?
Unidas en el camino, entrelazadas como tus enredaderas.
Me ha gustado tu micro. De la tierra renacerá la vida de nuevo y se cerrará un nuevo ciclo.
Feliz noche.
Muy triste y muy bello. Podría decirse que, de una forma u otra, aunque ella ya se hubiese ido, él finalmente la encontró.
Me gustó el micro, JESÚS.
Un beso,
Mariángeles
Gracias Mercedes y Mariágeles. Siempre me ha fascinado la atracción de muchas personas hacia las plantas, a veces una atraccion enfermiza. Por eso no es un final feliz. Un beso.