75. Es videncia (Alberto Jesús Vargas)
Salió de la consulta de la vidente creyendo a pies juntillas que muy pronto una mujer con algo verde entraría en su vida y pondría fin a esa soledad que tanto le afligía. Impaciente se puso a buscarla en cuanto pisó la calle sin esperar que fuera el destino el que propiciara tal encuentro. La primera en aparecer, la de la bufanda verde, se cruzó con él sin ni siquiera mirarle. Descartó a la del abrigo verde porque le recordaba a su abuela. La del suéter, mejor no. La morena con tipazo podría tener el verde en los ojos, pero la vio alejarse en un taxi sin darle tiempo a comprobarlo. Convendría que hubiese ido más atento para darse cuenta de que cuando decidió atravesar la calle para llegar a la altura de la chica que corría con un chándal verde, el semáforo no estaba de ese color para él. Así habría evitado que un vehículo que marchaba a una velocidad excesiva se le viniera encima. El impacto fue tan brutal que salió despedido antes de caer roto sobre el asfalto. Nunca llegaría a saber que la conductora del coche rojo que le embistió iba vestida de azul.
La videncia tiene poco de ciencia, aunque sean palabras parecidas, pero no se le puede negar algo de acierto a veces, al menos en el caso de tu protagonista. Es indudable que una mujer irrumpió en su existencia (que rima con videncia y con ciencia) y puso fin a su soledad, pero también a su vida misma. Ella no iba vestida de verde, pero la combinación de su atuendo azul con el coche rojo se unieron para producirle unas lesiones mortales del color de los moratones: violeta. En lugar del verde anunciado fueron otros los colores protagonistas, pero los hubo.
Un relato que demuestra que todos necesitamos algo a lo que aferrarnos, aunque sea una ilusión con poco fundamento.
Un abrazo, Alberto. Suerte
Gracias Ángel por tu comentario. La verdad es que si estás convencido de que un vaticinio va a cumplirse, tu vida se condiciona tanto que hasta puedes provocar que ocurran cosas que de haberlo ignorado no habrían ocurrido. En este caso, la búsqueda ansiosa de la mujer con algo verde le hizo realmente encontrarla, lo que pasa es que lo que tenía verde como conductora era el semáforo, justo cuando a él, como peatón que iba atento a otras cosas, se le ocurrió cruzar. Un abrazo, Ángel.
Hola, Alberto. Me gustó tu relato.
Sonrisas mil
Manuela Balastegui
Creer a los adivinos pienso que nos es conveniente. Mira lo que le pasó al protagonista de este relato. Gracias Manuela por tu comentario y me alegro de verdad que te haya gustado.