18. ENCERRADOS
Poner los ojos en blanco era nuestro juego favorito. Cada vez que nuestro padre nos reñía, los tres lo hacíamos. Rebeldía y desprecio eran, a partes iguales, nuestras principales motivaciones. Padre, harto ya de tantas tonterías, había optado por darnos un cachete a cada uno cada vez que lo hacíamos. Aquel día la bofetada había sido más fuerte de lo habitual y nos dejó encerrados en la habitación. Me abracé a Luis temblando y miré a Juan que permanecía inmóvil con los ojos en blanco. Empezamos a zarandearle diciéndole que dejara de jugar Estábamos convencidos de que nos quería tomar el pelo, y decidimos esperar a ver quién aguantaba más. Sabíamos que volvería. Nos equivocamos.
Un relato con el formato de los Entcerrados aplicable al color propuesto. Una historia de niños, pero sobrecogedora y con final inesperado.
Un abrazo Rufino
Hay juegos infantiles que dejan de ser juego para convertirse en duelo en un giro sorprendente.
Un abrazo, Rufino.