117. Estío
Estío
Recuerdo el calor. Las gotas de sudor que resbalaban lentamente por mi cuello y el sonido estridente de las chicharras mezclado con el susurro del viento que mecía las espigas de trigo. Aún me parece sentir el aire sofocante de aquella tarde de julio bajo el sol de Castilla. Y el brillo de su tez morena. Y su sonrisa. Y la forma en que el ardor me poseyó, mi anhelo sobrepasó a mi razón y convertí nuestro juego casi infantil en su pesadilla, su alegría en miedo, mi vida en un infierno.
Hoy he vuelto al pueblo. Soy un hombre libre, mi deuda con la sociedad está saldada. Poca gente me reconoce, han pasado muchos años. Yo tampoco soy el mismo. Mi espíritu está quebrado, soy un anciano prematuro que perdió su juventud en un día de bochorno similar al de hoy. Paseo, arrastrando los pies, por los caminos polvorientos y solitarios. Decido que he cometido un error regresando aquí. Vuelvo sobre mis pasos cuando la veo. Tan joven, tan inocente, con una piel tan dorada… Lleva unos auriculares y una expresión de felicidad en su rostro. Y yo me encamino sonriendo hacia ella, sintiéndome otra vez joven y vivo.
Podemos imaginar al abogado de este personaje, cuando fue a juicio y resultó justamente condenado, tratando de convencer al juez de que su defendido tuvo un momento de debilidad, una excepción en su existencia, una enajenación, un error único del que se arrepentirá toda la vida, añadiendo el calor intenso como eximente. Pero hay personas que no tienen remedio, que hacen inútil todo intento de reinserción del sistema penitenciario, que hacen que las afirmaciones referidas a que el tiempo todo lo cura y siempre es posible cambiar solo sean frases estériles, vacías de significado. Hay personas que no merecen el calificativo de tales, dañinas por naturaleza, a las que el término «enfermo» no justifica ni atenúa el dolor que producen.
Un relato con un gran retrato psicológico y un final que solo se apunta con unas buenas pinceladas, pero deja claro con maestría un desenlace llamado a repetirse, solo postergado por la prisión.
Un abrazo y suerte, Manuel
Muchísimas gracias, Ángel. Cómo siempre, tu atinado comentario mejora, y mucho, el texto. Efectivamente, soy muy escéptico sobre la reinserción de cierto tipo de crímenes, y creo que algunos individuos siempre encontrarán excusas para su maldad, ya sea el calor, el largo de falda o una sonrisa a destiempo. Un abrazo enorme!
Relato imprescindible en Black is black second part.
Enhorabuena, Manuel, gran historia.
Suerte y abrazo.
Gracias Rafa, me suena mejor «Back un black»?. Un fuerte abrazo.
Black, black, black en todo su esplendor. Bravo Manuel.
¡Suerte!
Besosss
Visual y sensorial, el bochorno, el arrastrar los pies y…todo, una gozada de relato. Un beso.
Como ya te dije, muy yellowblack, brutal. Suerte ?