75. Rosa prohibida (Esther Cuesta)
De riguroso rosa la encontraron tendida en la cama de su padre, fallecido apenas unas semanas atrás. Rosa, como ella, «mi rosa», como el padre proclamaba.
A él le mató la culpa, a ella fueron la soledad y la pérdida las que empujaron el bote de ansiolíticos hasta su estómago.
El cura se negó a que compartieran cama eternamente; él quedó en el camposanto, ella en un huerto en la otra punta de la ciudad. Nadie derramó rosas. Todos sabían. Todos callaron.
Relato trágico sobre un amor prohibido. Muy bien construido. Dices muy poco, pero funciona a la perfección. La clave está en lo bien que utilizas la elipsis. Lo que no dices motiva al lector a participar plenamente. A mí me ha capturado.
Enhorabuena, Esther.
Un abrazo y suerte.
Muchísimas gracias. Tú también me dices mucho. Un abrazo
Sencillamente…hermoso
Muchas gracias, Jesús. ¡Cuán grande es la sencillez! Un abrazo
Una rosa prohibida que terminó con sus dos protagonistas, y lo peor es el final, todos sabían y todos callaban. Todo queda dicho en esas cuatro palabras.
Muy triste y muy bonito a la vez, felicidades.
Besos
Gracias, Asun por comentar. Abrazos
Relato breve, hermoso y duro.
Faltaron los abrazos marinos.
Gracias María, sobre todo por los abrazos marinos.
Si el cura lo dice -con la iglesia hemos topado-, pues todos a callar. Las relaciones que no pasan por donde tienen que pasar están malditas.
Un micro preciso y muy bien construido.
Suerte y un abrazo, Esther.