76. Falta de imaginación
Era la hora de la siesta y sus nietos le pedían a coro el cuento de un elefante rosado.
Encarna conocía muchos cuentos para niños, pero no de elefantes, y menos que fueran de color rosado; además, su pobre fantasía era un cazo desfondado con el que no podía atrapar las ideas y las palabras indispensables para dar forma a un relato.
Apenada ante la evidencia de que iba a defraudar a todas esas caritas que la miraban con ilusión, elevó al cielo una mirada suplicante y prometió que daría no importa qué por un elefante de color rosa.
Entonces la vio.
Con su abanico y su batería de aerosoles enfiló muy decidida hacia la pequeña nube: mullida, maleable, apropiada.
!Las abuelas!, siempre intentando suplir carencias para complacer.De esta tendrán para siempre su recuerdo en forma de elefante rosa.
Me gusta, ternura e imaginación. Un bico.
Sí, Maite, como bien dices, estos niños nunca olvidarán el elefante rosa de la abuela. Quienes tuvimos la dicha de disfrutar a nuestros abuelos, atesoramos recuerdos que nos acompañarán de por vida.
Gracias por tu cálido comentario.
Un gran bico para ti.
Original cuento, y original la manera de resolver el problema. Quién no ha se ha visto en un apuro a la hora de inventar cuentos para los niños? Y quién no ha jugado a ver personajes en las nubes.
Enhorabuena por este enfoque diferente para el color rosa.
Abrazos.
Gracias por tu comentario, Asunción. Me alegro que el relato te haya gustado a pesar de su ingenuidad, pero de vez en cuando hay que abrirle las puertas al niño que llevamos dentro.
Abrazos para ti.
Espero que, el precio a pagar por el deseo pedido, haya compensado a Encarna. Es muy fina la línea que separa la realidad de la fantasía. Buen giro final, como todos los que haces. Un saludo Jorge.
Gracias, Bea, eres muy generosa con tu comentario. En cuanto al precio a pagar por Encarna, yo no le cobraría nada, ¿Tú le cobrarías? Creo que no. Es lo que sucede con las abuelas, te da no sé qué cobrarles sus pedidos. Y por eso se aprovechan. Ja, ja.
Un cálido saludo para ti.
Hola, Jorge.
Magnífico final para esa abuela atrevida, a la que nada le pone freno cuando se trata de complacer a sus nietos.
Abrazo y mucha suerte.
Gracias por tu comentario, Ton.
Esa es la función de abuelas y abuelos, complacer todos los caprichos de sus nietos, que de educar ya se encargarán los padres.
Un abrazo.
Hola, Jorge:
Es cierto que el color rosa no es muy de tu estilo, pero ha quedado resultón.
Un abrazo.
Te lo había adelantado, el rosa no me ofreció nada más que este cuento infantil, pero a pesar de ello, es un placer descubrir que a alguien le ha gustado la historia.
Un abrazo para ti, Ángel.
Un relato tan tierno como una abuela.
Abrazos marinos.
Gracias por tu tierno comentario, María.
Abrazos marinos. O quizás fluviales