Mnstrscp2019 – R1 (personajes)- E3
Los participantes con los alias :
ALICIA– JOROBADO DE NOTRE DAME– PRÍNCIPE de Cenicienta
- * deberán escribir un texto de MÁXIMO 150 palabras
- * antes del domingo día 10 de noviembre a las 12 de la noche (hora peninsular española)
- * que contenga la palabra : SILLA DE RUEDAS
- * que nos hable de tu propio personaje. Hasta ahora nos han contado muchos muchos cuentos, peroo ¿cuál es la verdad? Cómo fue tu infancia, qué te llevó a ser como eres, qué ha sido de ti 30 años después, ¿de verdad fuiste feliz y comiste perdices? o cuéntanos un episodio del cuento que nunca vio la luz, ya sabes, las tomas falsas, queremos saber más de ti
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MALICIA de Alicia
Todo el mundo nos confundía y eso me sacaba de quicio. Mis ojos eran más azules, mi pelo más rubio, y mi sonrisa más fría. Según mamá, yo nací seis minutos antes que ella, y también era más alta. Pero sobre todo, yo no tenía ni la bondad ni la candidez de mi hermana. Mary se cayó montando a caballo, he de decir que tampoco soy tan torpe como ella, y no dudaron en comprarle una silla de ruedas. Incluso entonces siguieron confundiéndonos. Tenía que hacer algo. Solícita le ofrecí mi ayuda, me convertí en su sombra, hasta que llegó el momento de convertirme en ella aquella tarde en que empujé su silla hasta el lago, y a ella entre sus aguas. No fue difícil hacerles creer que Alicia se había ahogado, Mary siempre nadó mejor que yo. Ya no me confunden. Aunque a veces, papá me llama M…Alicia.
Vaya… Mandé la versión en la que no aparece «silla de ruedas».
Iba en la frase de «… mi espalda quebró…»
Las prisas matan y cómo «joroba» eso.
Suerte a Alicia y al Príncipe.
¡HONOR! De Jorobado de Notre Dame
El conde Olaf odiaba a los caballos y yo era un mozo recio, de buenas hechuras. Eso me garantizó comida y lecho durante años.
Cuando el heraldo anunciaba la carga de las levas, el conde saltaba sobre mi espalda y clavaba espuelas. Solían ser riñas entre vecinos; lides por pedazos de tierra o desaires por un mal gesto. Aunque no por ello dejaban de ser luchas sangrientas.
—¡Hodor! —gritaba el conde al entrar en batalla.
Tenía un problema de pronunciación —y de sesera, como la mayoría de los nobles— y los plebeyos suponíamos que lo que pretendía decir era «¡Honor!».
Mi espalda quebró en un combate desafortunado y el conde me despachó sin miramientos. Por fortuna encontré caridad en una de las iglesias más hermosas de París.
Ahora me dedico a tirar de las sogas para que los badajos repiquen.
—¡Hodoooor! ¡Hodoooor! —resuenan las campanas en mi cabeza.
Es insoportable.
Cuestión de gustos del Príncipe de Cenicienta
Cada año volvía Cenicienta al baile de Palacio. La cita anual con el príncipe se había convertido en una rutina, un bucle de la historia al que ambos se habían acostumbrado. Los primeros años de interminables bailes y risas hasta la medianoche, fueron dando paso a veladas más calmadas de conversaciones y cariñosas miradas.
El Príncipe ya no bailaba, sus piernas hacía tiempo que no respondían, pero seguía esperando ansioso su cita anual y sobre todo, esperaba el fin de fiesta, las campanadas, la despedida apresurada y el descuido intencionado. Recogía su trofeo y dirigía la silla de ruedas hacia sus habitaciones. Allí lo admiraba durante varias horas, lo acariciaba, lo olfateaba con devoción, antes de colocarlo en las estanterías de su viejo vestidor, junto a varias decenas de cristalinos zapatos desparejados.