76. Los colores del arcoíris
La mujer salía de su piso cuando un alarido angustioso la hizo detenerse. No identificó enseguida el origen del grito, pero supuso que provenía de los nuevos vecinos: tan diferentes, tan callados, de piel marrón, aunque ella siempre tapada de la cabeza a los pies. ¡Cómo odiaba ella ese color desde el colegio de monjas! El segundo chillido desgarrador se sucedió seguido de un montón de improperios ininteligibles y más lamentos. Rápidamente llamó a la policía. “La está matando el marido”, afirmó cuando llegaron. Tiraron la puerta, que cedió fácilmente y encontraron a la joven tirada en el suelo gimiendo de dolor ante la inminencia del parto. Estaba sola y resultaba difícil entenderla, pero sí parecía que algo iba mal. A la vecina nadie la había invitado a entrar, más se buscó la vida para fisgar la vivienda y hubo de sobreponerse a lo que vio y sintió. Hacía mucho frío, olía mal y apenas había comida.
El niño vivió pese a tener el cordón umbilical doblemente enroscado en su cuello. Nació blanco, pero su tono iría cambiando. La vecina, que pasaba a ayudarles a diario, se pregunta todavía porqué le faltan colores al arcoíris
Se me amontonan los refranes peleando por salir desde que he leído tu relato. Sin duda, me estoy haciendo vieja: “Las apariencias engañan”. “De sabios es rectificar”. “Todo depende del color del cristal con que se mire”… 🙂