36. HASTÍO
Para levantarse el ánimo escupió con gran fuerza el gastado chicle de su seca boca. Después, se frotó duramente sus cansados ojos azules hasta sentir dolor, mientras desde el viejo sofá pateaba bruscamente la mesita que tenía enfrente. Seguidamente, tras un gran impulso, se levantó casi de un salto que le hizo crujir hasta el último hueso de su debilitada espalda. Ya de pie, mirando al frente, no supo responderse a sí mismo: ¿Y ahora qué?