65. Habitación 313
Diez años puede ser un tiempo infinito, sin origen ni término, o tal vez, fugaz y ligero como un parpadeo. En su rostro, sin embargo, se han trazado con precisión nuevas líneas y ángulos hasta casi desdibujar su fiereza.
En cada uno de estos últimos quince días, tras subir las escaleras y mirar por la ventana, la niebla, que aún empapa mis zapatos, se disipa, desaparece, y la dura superficie del terreno reverdece por la humedad.
Ya ha superado la operación y cuando coma bien le darán el alta y volverá a la residencia. Dice la doctora que muestra inicios de demencia pero yo no noto ningún cambio; su dura mirada azul, su puño derecho cerrado y mi adicción a los somníferos.