77. T-2018
En aquel planeta había un jardinero que regaba un campo de flores. El pequeño príncipe contempló las largas filas de rosas de pétalos aterciopelados y delicadas espinas. Parecía un ejército de réplicas de la suya.
—¿Por qué son todas iguales? —preguntó.
—Celebramos los setenta y cinco años de la publicación de El principito. Todos quieren una rosa idéntica a la que su autor creó para ti. Voy a cortarlas y a venderlas. Será un gran negocio.
—Pero cortadas no podrán cuidarlas, se morirán.
—Nadie tiene tiempo de cuidar flores, por eso me las compran. No me entretengas, debo venderlas todas hoy. Mañana no las querrán.
—Entonces, ¿te quedarás sin trabajo?
—No, empezaré de nuevo. Pronto celebraremos los veinticinco años de la muerte de Hergé. Debo tener a punto una partida de lotos azules.
—Yo nunca cambiaría mi rosa por un loto, aunque sea azul —dijo el principito.
—Menos mal que ya no queda gente como tú —contestó el jardinero— ¿Adónde iría a parar mi negocio?
Me invade la tristeza leyendo este relato. Me encanta el Principito y su mensaje.
Un deseo para el 2020: Aunque no tengamos tiempo para cuidar flores, plantemos otras pasiones para cuidar.
Un abrazo.
Carme.
No te pongas triste, mujer, lo escribí para que recordemos que las cosas importantes se ven con los ojos del corazón.
Feliz Navidad y feliz año.
Otro abrazo para ti.
Hermoso relato que esconde un poco de tristeza, como dice Carme. La presencia del Principito es melancólica y recuerda mucho al libro. De este relato destaco que me encantan su simbolismo y su realización, incluida la rotundidad de la última frase, ese «¿Adónde iría a parar mi negocio?» que muestra las prioridades de unos y se contrapone a las de otros.
Gracias por estas palabras que tanta falta hacen y feliz Navidad, Elisa.