113. LA BELLEZA
Cuando llegué a casa, se marcharon todos, le bañe con mucho cuidado, con miedo que se me escurriera entre los dedos, probé la temperatura del agua tantas veces que se quedó fría, añadí caliente mientras la toalla se calentaba en el radiador.
Con la esponja más suave, como alga entre mi mano, jaboné su cabecita posada en la palma de mi mano, el cuerpo entre mi antebrazo y la muñeca. Parecía un angelito. Me sonrió. Después seco y perfumado lo metí en la cuna.
Dejé una lámpara en la mesita encendida. El silencio se hizo espeso .Puse todos los sentidos pero no escuchaba nada. Me asusté. Le saqué de la cuna y le metí en la cama debajo de mi brazo pegado a mi pecho escuchando sus latidos, respirando su olor nos quedamos dormidos.
Hoy cuando le he visto entrar por la puerta, hecho un hombre de casi dos metros me he puesto a llorar, él no sabe por qué, me ha cogido en brazos, me ha acostado en la cama, se ha sentado, he ido acurrucándome a su pecho, él acariciando mi pelo gris. He levantado la vista y me sonría mientras me buscaba el pulso en la muñeca.
Muy tierno relato Gema. Son las vueltas de la vida, hoy el niño que cuidó es quien la cuida. Y es que, al envejecer, volvemos al punto de partida.
Suerte.
Precioso,qué más puedo decir.
Saludos