56. El guerrero en sus hazañas
Le gustaba llevarse una piedra cada vez que hacía cumbre, y ya eran muchas. La caja pesaba más que los malos pensamientos .
Pero a veces las aventuras tienen un fin, porque el tiempo es como una mala víbora que no perdona si pisas cerca, y siempre lo hacemos.
Era conocido por su meticulosidad y entusiasmo ante un nuevo reto, ir con él era un plus, pero en otras cosas era un poco desastre; dicen que eso es cosa de genios, pero no siempre, yo tengo solo una cualidad y no es la apreciada. En fin, que no le puso a cada uno de sus recuerdos pétreos la etiqueta correspondiente porque sus presentes no hacían hueco al futuro impredecible.
Ahora quería simplemente cogerlas, y una a una recordar cada momento sublime, pero era imposible.
Decidió machacarlas todas, juntarlas con cola y un chorro de orujo, para luego tumbarse y ponerse sobre el pecho su tesoro en una amalgama.
Era imposible beberse tantas emociones juntas y pudo haberlo evitado, pero dejó que su corazón latiera hasta el límite en un sinfín de placeres entremezclados que le hicieron llorar de alegría hasta descansar como un vikingo esperando a las valquirias.
Un relato lleno de fuerza y simbolismo. Tu protagonista, después de muchas hazañas, tantas como cumbres llegó a coronar, parece vivir solo de los recuerdos, de esas piedras que cogía en cada una de sus expediciones. En un momento de su vida decide no luchar más, abandonar toda épica, plegarse sobre sí mismo y rememorar esos recuerdos. Su final no podía ser vulgar, como tampoco lo fue su vida. Polvo de roca, cola y orujo, una mezcla que, ingerida, puede ser letal, para dejar este mundo como lo que fue, un guerrero orgulloso de sus hazañas.
Una historia original y brillante, Javier
Un abrazo y suerte