98. Intentos de ser un hombrecito (Montesinadas)
La primera vez que escuché aquella frase me costó mucho entender lo que quería decir, pero con la bofetada que vino a continuación me quedó muy claro. Es algo que aprendes rápido, las hostias a tiempo infunden sabiduría y en un santiamén descubres misterios que llevabas mucho tiempo intentando descifrar.
Me la repitieron mis abuelos, mis tíos, los maestros…, la frase y las hostias, una buena colección de golpes que me ayudó a madurar. Mi hermano mayor aseguraba que también era imprescindible tener uso de razón si quería llegar a silbar como él. Tener uso de razón y silbar eran dos pilares básicos para ser un hombre. A eso le sumé decir palabrotas, especialmente hijo de puta, que repetía mi madre y cada vez que lo soltaba, cualquiera que estuviera cerca me arreaba un buen tortazo en la boca, y luego vino lo del chantaje, es decir, guardar un secreto. Para entender esto, además del revés en la mejilla, mi padre me daba un montón de caramelos. Eso sucedía una vez a la semana, siempre que lo acompañaba a buscar trabajo y se pasaba la mañana en casa de la vecina. Y así, cada viernes, yo crecía un poco más.
En efecto, cada día que pasa, en especial cada semana transcurrida, después de cada viernes, este muchacho se acerca un poco más a eso que tanto ansía: ser adulto. A base de cachetadas aprende palabrotas, como también ha asimilado perfectamente, de una forma sutil y sibilina, el método infalible para sacarle partido al mundo de los adultos.
Sería más que discutible afirmar que su educación y el ejemplo que recibe son los adecuados, pero que sabrá sobrevivir en ese mundo, supuestamente maduro, de eso no cabe ninguna dura.
Un relato simpático e inteligente, sobre la pérdida de la inocencia, eso que se marcha siempre sin que nos demos cuenta.
Un abrazo y suerte, Manuel
Gracias Ángel, hacía tiempo que no paseaba por aquí, mucho tiempo y es que no lo tengo, este confinamiento me ha dejado algo más de crono y salió esto. Los que me conocéis ya sabéis que me gusta el rock. Que hay demasiado almíbar, sin que quiera defender tratos que no pueden ser de ninguna manera defendibles, pero joder que ya falta comprarle al niño un manual de motivación para cuando se cae de la bicicleta.Un abrazo como siempre oportuno,tenaz, incansable y generoso. Abrazos.
Buen intento, no de ser un hombrecito, que ya casi lo eres, sino de meterte en el libro con este estupendo relato. de lenguaje y pensamiento infantil pero sobrado de sabiduría vital.
Maestro Montesinos, mucha suerte.
Abrazo.
¡Ayyy Olivares!, «Maestro del Levante», lo del libro será difícil, hay cada vez más nivel y yo sólo lanzo intentos. Demasiado tiempo desconectado, lo que sea será, me alegro de haber vuelto y a ver si mantengo la disciplina. Un abrazo, te leo.
¡Qué bueno! Me ha gustado mucho tu manera de narrar desde el punto de vista de ese niño que aprende lo que es la vida, quizás no de la mejor manera, pero sí de la manera que sabe su padre, y todos los hombres de su familia. Retratas a la perfección esa manera de pensar de muchos «cabezas de familia». Y el final es… pam. Maestría. Mucha suerte. Abrazos.
Beatriz muchas gracias por tomarte el tiempo de comentar este relato, me alegra que te haya gustado, no pretendo plantear un debate sobre la educación, sólo son escenas de un personaje que necesita contarlo, no lo sufre como nosotros porque está más que acostumbrado, por eso ese toque frívolo o simpático casi de pícaro que no se sufre de la mima manera otras muchas cosas.
Abrazos grandes, te leo y gracias!
Me gusta esa manera tuya de contar lo incómodo, lo que no gusta escuchar. Pero está ahí, y tú lo explicas, ya te lo he dicho, con mucha maestría. Enhorabuena de nuevo, seguro que vemos este relato en papel.
Bueno, pues ya está. Esto es lo que pasa cuando en vez de abanicos sepias y fotos bordadas, en vez de estampillas cine de y revistas de correos, lo que se coleccionan son hostias y lecciones de vida, de las que no se aprenden en la escuela… et voilá, la literatura te sacude.
Gracias por hacerlo duro, por hacerlo diferente, porsobrecoger y emocionar sin azúcar.
Grande, Montesinos!!!
¡Ey, Salva! grande ese DOCTOR con mayúsculas que está peleando por cada resquicio de vida de cada persona. Tú si que estarás soportando hostias potentes, de esas que la vida te planta en toda la cara. Se te aprecia sin conocerte, pero ya llegarán los abrazos.
Y sí duro, hard, yo suelo ir por esas lindes, otra visión, otra manera de comer la carne, muy cruda.
Abrazos enormes y seguimos en contacto. Te leo