41 Escaparate (Miguel Á. Moreno)
Recuerdo el reflejo de su silueta a través del escaparate. Su esbelto cuerpo, elegante y sensual, que cualquier diseñador de moda hubiera elegido para la temporada primavera-verano. Su melena cobriza desparramada por el cuello, larga como un ciprés, armoniosa como la brisa del mar en una tarde de estío. Los ojos enormes, invitando a mirarlos aun a riesgo de perderte en sus profundidades.
Día tras día, me inventaba cualquier excusa para contemplarla. Y allí mismo, frente a la tienda, echaba a volar la imaginación, me dejaba ir y dibujaba escenas placenteras. Recorría sus rotundos pechos con mis dedos temblorosos, sintiendo en sus pezones la excitación del adolescente primerizo. Me sumergía entre sus muslos de piel canela y percibía la humedad que abarrotaba de deseo nuestros cuerpos destinados al amor. Su aroma penetraba en mí con la intensidad de un romance adolescente. Acariciaba sus caderas una y otra vez, en busca del tesoro que recompensara mis desvelos. Era una relación tan apasionada que traspasaba los límites de la realidad, pues al fin y al cabo no era más que un maniquí.