67. Amor de madre
Dame, amor, besos sin cuento
Cristóbal de Castillejo
Pese a sus gruñidos de protesta y del abrazo con el que él trata de retenerla, la mujer se zafa de los besos y las sábanas en las que están enredados cuando oye llorar desde su cuarto a su hijo recién acostado. Le pide por favor que espere un minuto, que no diga ni haga nada para que el niño se quede tranquilo, y le jura que enseguida volverá a estar entre sus brazos.
El pequeño, en su habitación, le cuenta que ha tenido la misma pesadilla que lo despierta casi todas las noches; ella lo consuela, le acaricia las mejillas y le dice que no se preocupe ni se ponga nervioso, que no le va a pasar nada, que haría cualquier cosa, cualquier cosa, para protegerlo. Antes de irse lo besa, y entonces al niño, por un instante, le parece advertir, en el aliento de su madre, e impregnado en el camisón de encaje que ella siempre utiliza cuando él tiene miedo, el mismo olor fétido que también esa noche ha sentido debajo de la cama.
Lo del monstruo debajo de la cama (o, también, dentro de un armario) puede que sea un mito infantil, pero como toda leyenda es muy posible que contenga parte de verdad. Los niños, en su inocencia, vienen de serie con una sabiduría, sinceridad y, tal vez un sexto sentido natural y sin contaminar aún, que pierden cuando se acercan a la etapa adulta.
No hace falta que se nos diga con quién se acuesta su madre, lo importante es que el pequeño siente y sufre como tóxica esa relación, una percepción que no debería de menospreciarse, un aviso para navegantes, para su madre. Los «gruñidos de protesta» del principio, lejos de ser un simple detalle, no hacen sino confirmar una actitud egoísta y la mala impresión del muchacho.
Un relato con un buen manejo de los recursos para ser, en verdad, inquietante.
Un abrazo y suerte, Rafa
Monstruos, niños y percepciones. He querido jugar un poco con todo eso. Y con el amor incondicional de una madre. Y da para muchas interpretaciones.
Muchas gracias por tu comentario, Ángel, y otro abrazo para ti.
Me llama especialmente la atención esa repetición de que la madre haría «cualquier cosa, cualquier cosa» por la seguridad del niño, lo que unido al título, dejan claro el sentimiento de la madre por el niño… y sin embargo, ha metido al lobo feroz en su casa. Precisamente esa repetición y ese título, me hacen dudar de si la madre está completamente ciega ante lo que está pasando o si se pone una venda en los ojos. Quizá necesite reafirmar que haría «cualquier cosa, cualquier cosa» por su hijo para eclipsar ligeramente el sentimiento de culpa que tiene, ya que empieza a sospechar algo…
Por cierto, es terrible cómo se siente a este depredador sin apenas decir nada sobre él.
Por otra parte, leyendo el comentario de Ángel, quizá no estoy entendiendo bien el relato, aunque quizá sea solamente que admite múltiples lecturas.
Me alegra que hayas destacado dos elementos importantes en un micro, el título y la repetición de palabras, junto a esa sensación de angustia que he querido transmitir ante el monstruo que se se mete en casa casi cada noche. Y sí, como dices, un texto puede tener múltiples lecturas, tantas como lectores.
Un abrazo y muchas gracias por tu comentario, Fernando
Ese monstruo es de los monstruos más monstruosos, valga la requeterredundancia. 🙁
Tan bien narrado como siempre, Rafa.
¡Suerte!
Menos mal que la madre es «mucha» madre para su hijo.
Muchas gracias por tu comentario, Nuria, y un abrazo para ti.