101 Tomando medidas (Juana Mª Igarreta)
Corrían los años cincuenta cuando Irene dejó el pueblo. Llegó a la ciudad con un costurero y una promesa de futuro en su vientre redondeado. Se instaló en casa de doña Paca, una anciana rica en patrimonio y soledad. El acuerdo fue claro: Irene asistiría a la señora hasta el final de sus días, y a cambio doña Paca ayudaría a la joven a salir adelante.
En poco tiempo Irene inauguró su taller de costura, en el que una mañana se precipitó Lucía, que encontró la luz al ritmo galopante de una máquina Singer. Su cálido cordón umbilical fue sesgado por el frío acero de unas tijeras de modista.
El taller de Irene fue creciendo y Lucía también. Cuando esta volvía del colegio, su madre la requería entre las telas. Pero Lucía, que ya leía a Machado, no hallaba dedal a su medida, y prefería aprender la métrica de los versos. Doña Paca, agazapada tras los generosos pliegues de sus párpados, escuchaba el impacto de objetos contra el suelo.
Cuando murió la señora, Lucía le dedicó un sentido poema de agradecimiento. De los sorprendidos ojos de Irene, todavía húmedos por la pérdida, surgieron nuevas lágrimas. Ahora, de comprensión.
Una historia de necesidades y en femenino. La de una futura madre soltera que encuentra trabajo. También una señora que encuentra ayuda, compañía y quien la asista. En ese ambiente nace una pequeña que, lejos de decantarse por lo que sería más fácil, un oficio que le enseñarían y ve todos los días, tiene una personalidad propia y gran sensibilidad, que saca a relucir en los momentos claves. Es, además, agradecida.
Un abrazo y suerte, Juana
Gracias por tus palabras, Ángel. Sí, nadie lo tiene todo. Este tipo de intercambios que nacen de la pura necesidad, a veces, si funcionan, acaban siendo más que una salida práctica. Se han conocido casos en los que los lazos afectivos que han surgido han durado siempre.
Por otro lado, el tema de los hijos y su formación para el futuro. En aquellos años, las chicas humildes estaban más encaminadas a los oficios que a los estudios superiores. En este caso, a Lucía le cuesta convencer a su madre de que lo suyo no es la costura. Un abrazo
Poético relato, Juana María. Tres generaciones unidas por un microrrelato muy emotivo, escrito con gran delicadeza y sensibilidad. Vitalidad y necesidades compartidas, luz y pérdida, tradición familiar y emancipación. Pero por encima de todo, afecto y comprensión. Enhorabuena.
Un abrazo y mucha suerte.
Has diseccionado tan bien el micro, Josep Maria, que lo único que se me ocurre es darte las gracias por tu acertado y generoso comentario. Otro abrazo para ti.
Muy emocionante, Juana. Me ha parecido entender, con esas lágrimas que ahora son de comprensión, que la anciana ha tenido algo que ver en la afición literaria de la pequeña.
Suerte y abrazos.
Bueno, he intentado contar que Lucía ha sabido plasmar tan bien sus sentimientos hacia doña Paca con ese poema, que su madre comprende que su hija tiene cualidades y aspiraciones muy diferentes a las suyas. En todo caso, si Lucía está tan agradecida a la anciana, es porque siempre se ha sentido querida y apoyada por ella. Muchísimas gracias, Anna, me alegra que te haya parecido emocionante. Abrazos también para ti.