27. Para el recuerdo (P. Hidalgo)
La maquilladora había conseguido que pareciera otro, tanto que mamá pidió que alguien le hiciera una foto, aunque fuera con el móvil, antes de que cerraran el ataúd. Quizá veía a ese marido entregado, respetuoso y fiel con el que ella creía casarse. A un vecino educado. A ese abuelo de libro para los gemelos de mi hermano, un par de ricuras que han heredado el color de piel de su madre, a quienes nunca quiso coger. Un cuñado simpático que todo lo sabe, incluso comportarse en Nochevieja. Al aprendiz que no pisó el cuello de ningún compañero hasta llegar a ser jefe de sección. Un tipo honrado. Al primo que donó la médula que podría haber cambiado el destino de su prima adolescente. Pero nadie atendió su petición. Mi hermano prefirió inmortalizar las flores de la corona, su único amigo adujo falta de batería, y yo, su hija, esa mujer repudiada a la que bautizó con nombre de varón, preferí hacer la mía en el momento en que salía más humo por la chimenea del crematorio.
Las fotografías reflejan instantes que queremos preservar, conscientes de que todo es efímero, de que el tiempo, que no se detiene por nadie, modificará momentos, situaciones y personas.
Quien maquillase a este personaje ha demostrado un mérito tremendo, pues ha logrado ocultar todas sus carencias, variadas y profundas, dejando entrever , con esa apariencia última, que quizá sí que hizo lo que debió hacer, cuando no es así. De ahí que ninguno de los que le conocieron haya querido tomar esa imagen. Como un mal recuerdo, es mejor apartarlo de sí. Ese rechazo es el antónimo del deseo de conservar, del recuerdo al que alude el título, el espíritu de toda imagen, que has reflejado muy bien en tu relato.
Un abrazo, Paloma.
Suerte
Siempre puntual a la cita con el comentario trabajado e intenso, el análisis minucioso, tus palabras me llegan. Gracias, como siempre, por tu tesón.
La muerte suele maquillar por sí misma. Tras la desaparición, la tendencia es recordar lo bueno, engrandecerlo de alguna forma, y minimizar lo malo. En el caso de esta familia, las fotos, quizá, buscan preservar solo eso, la realidad, sin maquillajes.
Un beso Ángel.
Una fotografía refleja la realidad, pero el ojo y la mente humana, al hacerla y leerla, toma de ella lo que puede, lo que siente y lo que interesa, tamizado por el tiempo, el recuerdo y el sentimiento. De ahí la grandeza de la imagen y de los que la miran.
Ezequiel, me encanta cómo defines el valor real de las fotos que tomamos. Muchas gracias por comentar.
Las fotos reflejan lo que que el fotógrafo ve a través del visor, pero no de manera objetiva. La subjetividad de cada uno de tus personajes demuestra que por mucho que la maquilladora se esmerase, no iba a conseguir por ello teñir de rosa un alma negra. Mucha suerte, un abrazo fuerte, paloma.
Muchas Gracias, Aurora, por este comentario tan acertado: Los recuerdos son subjetivos, y las fotos, una herramienta potente para conseguirlo.
Un abrazo.
Ningún familiar ha querido conservar un recuerdo falseado del difunto. Por muy bien maquillado que estuviese, su negra memoria lo ha impedido. Cada cual conserva un rasgo de su frío corazón.
Me ha encantado cómo lo cuentas, Paloma, la sucesión de imágenes.
Besos.
Muchas gracias, Carmen, por comentar, y hacerlo de forma tan agradable.
Un beso.
Paloma me ha gustado mucho como el chico inmortaliza en su foto la corona de flores, y la chica el humo del crematorio, ignorando ambos la petición de su madre que intentaba ver lo que no había sido nunca. Me ha hecho mucha gracia lo del cuñado que se comporta bien en Nochevieja.
Mucha suerte y un saludo
Sí, Aurora, los cuñados suelen ponerse estupendos en días especiales, este individuo tenía que ser de cuidado en tales circunstancias, me alegra que te haya hecho gracia, era justo lo que pretendía.
Muchas gracias, saludos.
Nos has desgranado poco a poco todas las cualidades de las que carecía el difunto. No hay maquillaje que cubra tanta maldad. Nadie lo echará de menos, sino todo lo contrario. La hija celebra su muerte mientras inmortaliza el humo que desprenden sus cenizas.
Me ha gustado mucho la forma de contarlo, Paloma. Te deseo muchísima suerte.
Besos apretados.
Ya veo que era un hombre querido por los suyos, Paloma.
Bromas a parte, pienso que las personas que no cumplen nuestras expectativas no deben estar mucho tiempo a nuestro lado. No dejan de ser relaciones tóxicas. El humo de aquel crematorio, lo sería doblemente.
Tu relato está escrito con un ritmo diferente al que estamos acostumbrados. Hay que leer con calma para cogerle su punto.
Enhorabuena Paloma y feliz domingo.
Mercedes, sí que le adoraban, porque él se hacía querer con todas sus fuerzas jaja. Lo malo de tener a una persona tóxica dentro de ese círculo que no eliges, la familia, es que cuesta mucho más librarte de ella. Cada historia pide un ritmo, a veces el problema está en descubrirlo o en acertar con él. Pero siempre hay que intentarlo!! Gracias por comentar.
Un beso.
A mí, Pilar, me gusta mucho tu comentario,, muchas gracias por ser tan generosa.
Abrazos.
Mejor olvidar, dijeron todos y el humo fue sin duda la mejor expresión. El maquillaje no tapa las faltas ni las dismula.
Me encantó tu micro Paloma. Un gran abrazo y suerte.
Muchas gracias, Molí, por comentar. Efectivamente, mejor condenar al olvido, y que solo el humo sea testigo.
Un fuerte abrazo
Logras poner el objetivo de la «cámara» justo al otro lado, el que solamente conocen los más allegados al «personaje» de la foto al que ni siquiera el maquillaje puede ocultar el rechazo con el que siempre lo verán sus hijos.
Me ha gustado la búsqueda de los elementos indispensables para poner de manifiesto, una vez más, que las apariencias siempre engañan.
Un abrazo, Paloma y suerte.