58 Album de incógnitas
Desperté en la UCI cableado y entubado. Para mí sólo habían transcurrido cinco minutos desde que había desayunado, y en realidad habían pasado cinco semanas. Intentaron explicarme lo sucedido pero mi mente no podía asumirlo, pregunté por tí, y me dijeron que habías fallecido en el accidente. Me llevaron a planta y allí aún me sentí más desubicado. Todo el mundo llevaba mascarilla, pantallas y guantes, y las enfermeras iban ataviadas con un traje que me recordaba a los astronautas. También intentaron aclararme aquella situación incomprensible. Y al final dejé de preguntar. Me dieron el alta y me enviaron a casa. Un infierno lleno de fotografías. Recuerdo como si fuera ayer que nos conocimos en un fotomatón. Ni siquiera sé si aún sigue existiendo ese artilugio. Jugábamos a poner caras raras y nos reíamos un montón. Ahora estoy mirando esa foto en la que nos dimos nuestro primer beso. Y me he puesto a llorar hasta que la neblina lacrimosa ha borrado nuestros rostros. Después viene la angustia de no recordar el accidente.
Las fotografías son una muestra resumida, un recordatorio en imágenes de momentos pasados que ha merecido la pena conservar. A tu protagonista, tras el accidente, le sirven para situarse, ya que su cerebro ya no funciona como debiera, aunque también para darse cuenta de lo que ha perdido, que ha sido mucho, del escaso sentido que tendrá, a partir de ahora, una vida en soledad y sin pasado, o aún peor, con un pasado que es una suma de incógnitas.
Un relato en el que podemos sentir la angustia del protagonista, cuya historia conocemos a través de una realidad que percibe llena de huecos, completados con las fotografías.
Un abrazo y suerte, Estíbaliz.