Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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57 El Ents

En los rincones de su habitación todavía huele a musgo. Allí nos refugiamos cada tarde para contemplar el álbum con las fotos de su infancia. Al principio no le comprendimos porque sólo quería que le fotografiásemos revolcándose en la tierra de los sembrados, abrazado al tronco de algún árbol, o disimulado entre las ramas de los arbustos, pero sobre todo fue traumático cuando cumplió los dieciocho y huyó de casa para quedarse a vivir solo en el robledal. Eligió el tronco hueco del roble milenario, en poco tiempo su piel y la cáscara decrépita se ensamblaron, y ahora circula más savia que sangre por sus venas.

Si aprieta la solana, su madre y yo nos encargamos de regarlo al atardecer. Ha perdido el pelo y su cabeza está recién brotada de hojas tiernas. Nos asegura que es feliz, sobre todo ahora que nota cómo dos pequeñas bellotas comenzaron a germinar desde el lóbulo leñoso de su oreja.

 

1 Response

  1. Ángel Saiz Mora

    No se puede ir en contra de su esencia, cada cual ha de seguir la que le es propia, con ella debe fundirse con esa Madre Naturaleza común.
    Tu protagonista, medio árbol y medio humano, no encontró sentido a su existencia hasta que no tomó el camino que debía, aunque supusiera la inmovilidad. Las fotografías de la infancia ya lo auguraban.
    Un relato sobre un curioso y mítico personaje de los bosques.
    Un abrazo y suerte, Ton.

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