59. Fotos de boda (Miguel Á. Moreno)
Desde hace veinticinco años descansa sobre la cómoda del dormitorio la fotografía de la boda. Un día para recordar toda una vida. Cada mañana, después de hacer la cama, Victoria le pasa el paño del polvo y le dedica frases emotivas. Se ve guapísima al lado de su marido, y no sólo lo dice ella. Tan joven, tan sonriente, tan infiel.
A menudo, cuando la nostalgia invade su pensamiento, saca del mueble del salón el álbum completo y se pasa las horas reviviendo escenas. Escoge las fotos que le hacen sentir mejor, como si el tiempo pudiera borrar el resto. Luego se centra en los invitados, no más de cuarenta —era una época difícil en lo económico— entre familia, amigos cercanos y algunos compañeros de trabajo. “Fue divertido, lo pasé bien”, suele concluir.
Pero de quien más se acuerda es de Ángel, el fotógrafo, al que sigue viendo cada miércoles en el mismo hotel, donde él le hace fotos comprometidas que revela en su laboratorio y esconde como un tesoro. A ella lo que le intriga es por qué sigue utilizando cámara de carretes.