12. EL ANDALUSÍ (Paloma Casado)
Hay un bullicio de criados y mujeres por toda la casa. Recogen y empaquetan enseres mientras se lamentan de su destino. El viejo Mashhad, sentado en el patio, recibe los últimos rayos que se filtran entre las hojas del granado. Con los ojos cerrados, medita. Le cuesta creer que primero su ceguera y después la expulsión de su amada tierra sean castigos del Misericordioso. Si siempre pensó que pintar la belleza del mundo era una forma de honrarlo. A pesar de la prohibición, dedicó su vida a reflejar en el lienzo el poder de Su luz. Aprovechó los conocimientos de alquimia para encontrar el pigmento preciso. El mineral que fue abrasando sus ojos con cada pincelada.
Llama a un criado para que lo acompañe con un candil a la estancia donde guarda su obra. Allí le asalta el olor tan querido de los óleos. Manda marchar al joven que no entiende para qué necesita iluminar los cuadros pecaminosos, si es que Alá le habrá perdonado devolviéndole la vista.
Desde las habitaciones ven levantarse lenguas de fuego en el taller, escuchan el crepitar de las llamas, pero es demasiado tarde. Cuando el enemigo llegue, solo quedarán cenizas.
Dicen las Sagradas Escrituras, identificadas por muchos como «palabra de Dios», que «los caminos del Señor son inescrutables», una frase que trata de justificar la falta de lógica vital, el comportamiento errático del destino. Tu personaje, un artista consagrado a buscar la perfección, para gloria del Creador en quien tanto cree, recibe como pago de su dedicación una incomprensible expulsión de su tierra, además de la privación del don de la vista.
Perder la ilusión y el sentido de la vida es equivalente a la peor de las tinieblas, de ahí que, derrumbado todo su mundo y creencias, solo quede ponerle fin con la luz intensa y purificadora de las llamas.
La Historia de la Humanidad es enormemente enriquecedora, proporciona, para quien sepa mirar, múltiples oportunidades de crear personajes interesantes, con sus ilusiones y conflictos. En algunos casos, como el presente, hay quien también sabe plasmarlo en palabras y compartirlo.
Comprendemos al viejo Mashhad y su desencanto. Quizá sus circunstancias y su tiempo parezcan lejanos, pero la magia de las letras hacen que hagamos nuestro su sentir.
Un abrazo y suerte, Paloma.
Jo, Ángel, tu comentario es mejor que mi cuento. Qué cosas tan bonitas dices. Muchas, muchas gracias.
La luz de la cultura iluminó durante mucho tiempo esta península nuestra tan querida como maltratada. También iluminó a tu protagonista, por eso es demoledora su doble decepción al serle arrancada la luz tanto de sus ojos como de su amada tierra por unos invasores de cultura más oscura y grotesca, con el aparente beneplácito del que adoraba. No es de extrañar que se abandonara finalmente a la oscuridad total después del incandescente estertor del taller que fue su vida.
Una parábola muy bien construida que muestra la guerra como antítesis de la belleza, que refleja lo amplia que puede llegar a ser la sombra proyectada por el ser humano.
Un relato fantástico, Paloma. Felicidades.
Un abrazo.
Muchas gracias, Antonio. Me ha encantado tu comentario en el que expresas más matices de los que yo misma imaginé.
Una historia que por desgracia se repite en nuestro mundo, más de lo que quisiéramos. Como bien dices, a veces consideramos un castigo algo que nos sucede, sin entender por qué nos está pasando si, a lo largo de nuestra vida, hemos pretendido ser personas de bien.
Como recurso, muchas personas echan la culpa al «altísimo» y le piden explicaciones sobre las injusticias sobre el mundo y sobre nuestra individualidad.
Es un relato que nos hace reflexionar sobre nuestras carencias a la hora de entender esos sucesos «injustos» que nos crean tanta incertidumbre y nos arrojan a las llamas del dolor, metafóricamente hablando.
Me ha gustado mucho tu relato y tiene un contenido original y muy bien tratado.
Aprovecho, Paloma, para darte las gracias por tu comentario, tan bello, hacia mi relato fotosintético…
Muchas gracias y felicidad para ti en este domingo soleado (al menos aquí)
Abrazos.