28. Nada
Cuando Andrea atraviesa la puerta del Nautilus es como si entrara en un acuario con luces de colores cambiantes. Al llegar a la barra el ruso siempre le sirve una copa. Con ensayado contoneo, camina hasta la pista donde los focos vuelven su vestido fluorescente. Ella, entonces, se transforma en una diosa de piernas infinitas a la que los clientes regalan los oídos con palabras obscenas. Después está la otra, la que arrebata su cuerpo. ¿O es al revés? Se llama Remedios Pérez. Huyó de las manos lascivas de su padre protegida por la oscuridad. Y vive entre tinieblas mientras barre cada atardecer la biblioteca pública ya vacía. De allí sacó su nombre, de la protagonista de un libro titulado “Nada”. Me llamo Andrea—dijo el primer día—, y al ruso le gustó. Hoy Andrea ha bebido de más. Lo suficiente para atreverse a hacerlo. Remedios duerme cuando Andrea llega a la pensión. La zarandea y la obliga a levantarse. Remedios, de piernas largas y torpes, se deja arrastrar hasta el balcón. No ha amanecido y el cuerpo de Remedios se precipita contra las sombras. Tan despacio que Andrea aún tiene tiempo de pensar en las luces del Nautilus.
Has hecho un homenaje justo y brillante de una novela fundamental, a la que me acerqué hace años (muchos ya), quizá demasiado joven; tras leer tu relato me han dado ganas de volver a ella. Tu historia, diferente y original, mantiene con elegancia rasgos de la esencia de «Nada»: protagonista femenina, vacío y tragedia, a partir de un personaje que vive en dos mundos distintos, que hacen que en cada uno actúe como si se tratase de dos personas casi contradictorias. Cuando ambas convergen, tras haber traspasado un límite una de ellas, una norma no escrita se rompe, hasta conducir a un fatal desenlace.
La realidad no se puede cambiar, no queda más remedio que adaptarse. Tu historia nos habla de que ese proceso inevitable, para las personas muy sensibles, puede suponer un duro trecho, a veces, insuperable.
Un abrazo y suerte, María
Ángel, muchísimas gracias por los comentarios que nos dedicas a todos. Qué suerte tenemos contigo. Una vez más, he disfrutado con tus reflexiones.
Un abrazo.
Cuánta fuerza tiene esta historia, María, cuánto buen hacer en ella. Me gusta mucho, nos has regalado una joyita metaliteraria.
Mucha suerte. Un abrazo.
Muchas gracias, Paloma. Primero por emplear parte de tu tiempo en leer esta historia y segundo porque tú sí que me has hecho un regalo con esas palabras tan bellas.
Un abrazo.
¡Me encanta! ¡Qué buen relato y qué bien construida esa dualidad!
Felicidades