13. Pañuelo amarillo (Salvador Esteve)
En la dehesa éramos conscientes de nuestro destino. Veíamos salir a nuestros mayores en grupos de seis, jamás regresaban. Solo Flamiro, una leyenda en la manada, volvió. Mientras mis hermanos pacían y correteaban, yo, bajo una encina, le escuchaba y me empapaba de su conocimiento. Mi plan iba tomando forma.
Ahora estoy aquí, esperando en los corrales. Escucho la alegre música, un réquiem para nosotros, mas el recuerdo de la dehesa me da ánimos, me fui sin mirar atrás porque sé que volveré; lo voy a conseguir. La tarde asoma rápido, y pronto será mi turno. En los tendidos he escuchado más abucheos que aplausos, siento lástima por mis hermanos. Pero yo acallaré las protestas. Salgo al albero con alegría y arremeto contra los burladeros hasta sacarles astillas del alma. La pareja que me ha tocado en suerte es un joven torero, Manuel, el Peinao. Lo veo nervioso, con querencia a salir corriendo. Podría empitonarlo con facilidad, pero eso no está en el guión, tengo que llegar hasta el final impoluto, sin antecedentes de sangre, la faena tiene que ser perfecta. Después de tres bufidos respiro hondo y empiezo a embestir; «no me falles, Peinao».
Por su astucia, este animal merece ser indultado y regresar a la dehesa, una suerte de paraíso de libertad donde campar a sus anchas que ya quisieran muchos seres vivos, humanos incluidos. Me sucede como a Juan, no soy entendido en el mundo del toreo, ni ahora que está más denostado ni antes, lo que no quita para que cualquiera y yo mismo podamos apreciar que has recreado muy bien ese ambiente con este morlaco tan singular. Además, tiene la compasión de no destrozar a su potencial verdugo. Ambos triunfarán esa tarde, como él ha planeado.
Un abrazo y suerte, Salvador
El original punto de vista hace que el escenario cambie totalmente. Esperemos que el resultado final de la faena también cambie y tu protagonista tenga suerte.
Y tú, también.
Un abrazo.
Nos has llevado a un escenario que no hubiésemos imaginado. Si te digo la verdad nunca entendí está fiesta que en mi infancia era tan «nacional» que hasta en las pipas «Facundo» venía escenografiada.
Pero me gusta este toro, que intenta burlar su suerte sin vengarse de los que quieren divertirse con la suya.
Me ha gustado, Esteve, me alegra leerte.
Un abrazo.
Hola Salvador, muy emotivo tu micro. Si algún taurino lo leyera, igual cambiaba aunque solo fuera un poco su perspectiva de esta práctica o «fiesta». En la dehesa de nuevo le tocó vivir una jubilación espléndida, porque con el sol de frente y las encinas de fondo ¿Cómo no ser feliz?
Un escenario el tuyo muy original, que nos hace pensar a la vez que nos transporta a tan bonitos parajes.
Te deseo felicidad y buenas noches, Salvador.
Compañeros, muchas gracias por vuestros comentarios. Tampoco soy un entendido en temas taurinos. Pero siempre me ha parecido singular que la única posibilidad de supervivencia del animal es una alianza antinatura con el torero. Buscar la excelencia para sobrevivir. Un placer vuestra visita. Que tengáis un fin de año feliz. Abrazos.✍