10 La promesa
Me acerco al objetivo poco a poco. La precaución es máxima; cualquier error puede ser fatal. Bordeo la plaza mirando hacia abajo, sin entretener la vista en la gente que ocupa los bancos donde nos sentábamos a charlar durante horas. Me desvío justo a tiempo para evitar el olor de la pastelería donde comprábamos croissants los domingos. No me queda más remedio que arrastrarme para esquivar la ventana de tu antiguo cuarto, aunque sé que el unte de lodo en el traje me costará una regañina. Al dar la vuelta a la esquina, me veo obligado a recular y ocultarme tras un árbol para no ser visto por la tía María que, por las eses que hace calle abajo, no parece haberse recuperado aún de la borrachera de nuestra boda. Por fin llego, sin ser visto, al lugar de encuentro acordado. De nuevo allí me esperan ellos, con esa cara de fastidio de siempre, mientras intentan convencerme de que debo dejar de escaparme del asilo, que no vas a venir. Te prometo que seguiré intentándolo, amor.
Lo que parece una pequeña chiquillada, una cabezonería de un muchacho enamorado que por algún motivo parece tener vedado el acceso a su amada, poco a poco se transforma en la travesía consciente de un adulto; vemos, por ejemplo, que hubo una boda. Finalmente, el personaje se revela como lo que fue desde el principio: un anciano empeñado en buscar a su pareja, que no se resigna a que ya no esté a su lado. Salvo las molestias al personal del asilo, el hombre tampoco hace daño a nadie con su monomanía y esa búsqueda es su ilusión, antes de que termine por reunirse con ella de forma efectiva y para siempre.
Un relato sobre la importancia de las promesas y de las ilusiones personales, aunque vistas desde fuera puedan parecer rareza o incluso chifladura.
Un saludo y suerte, Esther
Muchas gracias, me encantan tus comentarios, son una maravilla 😊
Esther,
Que manera más bonita de abordar la nostalgia, me gusta ese giro que hay en el texto y como se descubre que el protagonista se mantiene vivo únicamente gracias al recuerdo y a la nostalgia de la promesa que un día hizo.
Dicen que una promesa siempre es una promesa.
Mucha suerte y un fuerte abrazo
Muchas gracias Aurora, y abrazos de vuelta 🙂
Un bonito juego de aparente juventud inicial, casi chiquillada, que se va moviendo entre los recuerdos de una vida (o dos vidas) y que termina por desvelar la realidad. Precioso recorrido por vidas y promesas. Genial. Abrazos, Esther.
Muchas gracias Rafa, con lo alto que has dejado el listón solo puedo aspirar a acompañarte 😉
Se empieza a leer como si estuvieras viendo la Pantera Rosa… o la sombra que la persigue… y yo pienso, oye Esther, que el tema es la nostalgia, no el espionaje. Hasta que llegamos al lugar de siempre, a la terquedad y la ternura del viejito más optimista del mundo. Me fascinó. Soy tu fan en todos los formatos, Esthercita!! Abrazo
jajaja gracias Toti, me alegro que te caiga bien mi viejito, desde luego no le falta voluntad. Ojalá algún día lo consiga 🙂 ¡Abrazos!
Menudo viaje tan maravilloso Esther, esa vida en un paseo por la plaza. Bravo y felicidades
Muchas gracias maestro Javier, un abrazo
Me ha encantado acompañar al viejito en su recorrido, incluso he mirado en todas direcciones por si alguien nos descubría. Y como le pasa a él, me he enamorado de tu historia. Mucha suerte, Esther. Gran micro.
Gracias Mr. Arroyo, me encanta que te encante con el buen gusto que tienes. Un abrazo grande.
Qué preciosidad de relato, aunque el fondo es tristísimo, tanta ternura me conmueve.
Suerte y gracias por compartirlo.
¡¡Muchísimas gracias!!