26. Mal de tierra (Toti Vollmer)
El chico estaba dispuesto a todo para escapar a su suerte. La implacable tradición familiar de más de doscientos años le legaba al primogénito el oficio del padre, relojero en este caso, y el que le seguía debía consagrarse a la iglesia luterana. Para su infortunio él era el segundo, así que decidió hacer todo para reformar dos siglos de abuso. Cansado de perder, escapó de casa, embarcó como polizón en el primer barco con rumbo desconocido, y dos meses más tarde atracó del otro lado del océano en un mundo con otra luz y otro color, otras voces, otra cadencia, en donde el tiempo discurría en desorden, y se sintió listo para empezar a ser feliz. Cegado por el flechazo inicial del mar Caribe, nunca imaginó cuánto llegaría a extrañar el ritmo marcial de la relojería.
Podemos y debemos evolucionar, pero los primeros años vividos siempre marcan, y de qué manera.
Es comprensible el intento de escapar de un destino establecido y no deseado, aunque no existe un lugar perfecto, todo adolece de carencias e imperfecciones, al igual que las personas. Tampoco se puede huir de sí mismo. El tiempo acaba por poner todo en su lugar.
Un relato con la nostalgia y la tristeza en un plano psicológico que hace pensar.
Un saludo y suerte
Gracias, Ángel, qué generosos tus comentarios. Eso de «escapar de un destino» pareciera imposible ¿no? Puedes escapar de casa, país, idioma, latitud, pero de destino… Qué bueno que el micro te ponga a pensar, saludos!!
Es difícil no escapar a la morriña, a la nostalgia. Por muy malas que hayan sido las vivencias, algunas sensaciones agradables se asoman dando pequeños codazos para hacerse sitio, sobre todo las del lugar de nuestra juventud. Abrazos, Toti.
¡¡Rafita!! Muy difícil, porque es lo conocido, es la raíz… Mira, ¿cómo pusiste esa fotito? Estás como viendo la hora en el consultorio del dentista por enésima vez, me dio mucha risa. Un abrazo enorme y ya leo el tuyo.
Hola, Toti. Nos presentas una historia que da para pensar. Cuántas personas a lo largo del tiempo se habrán visto en casos parecidos: obligados a estudiar lo que no deseaban, o a trabajar en aquello que aborrecían, o a casarse con quién deciden otros, por ejemplo Y cuando por fin la voluntad de escapar a esos «deberes» nos hace dejar atrás lo que hemos conocido, nos damos cuenta de que puede que en demasiadas ocasiones no resulte como lo habíamos «soñado». E incluso, como creo que ocurre en tu texto, lleguemos a extrañar algo que casi no hemos tenido la ocasión de probar. Buen relato para empezar el año. Suerte y saludos.
Mil gracias, Jesús, por detenerte, leer y comentar. Es justo eso, la capacidad que tenemos los humanos de extrañar hasta lo que no nos gusta…
Me ha encantado Toti! Se nota la pasión que has puesto al escribirlo. Enhorabuena!
¡Estás por aquí! Jajajajaja, mil gracias, Javi, le di unas vueltecillas después de enseñároslo y ahora como que sí habla de nostalgia, te mando un abrazo. Ya busco el tuyo ; )
Toti, cuánto ha crecido este texto, te ha quedado redondo como la esfera de un reloj. Mucha suerte, bella escritora.
¡¡Gracias Esther querida!! Tu sabes cuántas vueltas le di ; ) Mil gracias por aupar a tus compañeros a seguir intentándolo.
Un abrazo inmenso.