33. Rita y la melancolía (María José Escudero)
Mi madre murió de tristeza. Eso dijeron los médicos que la trataron. Y tras expresarnos su más solemne y sentido pésame, nuestra niñez volvió, bruscamente, a vestirse de negro. Mis dos hermanas me miraban con una mezcla de lástima y de esperanza, porque, aunque era el más pequeño, me había convertido por voluntad del destino y complicidad del viejo orden, en el cabeza de familia. Dos años antes, mi padre había quedado atrapado entre los hierros de un barco que transportaba harina y ocultaba dinamita. Después de aquella tragedia, mi madre permitió que la humareda de la explosión se alojara para siempre en nuestras vidas y se quedó encadenada a sus recuerdos. A menudo, respiraba con vehemencia las ropas de su amado esposo, recitaba en susurros poemas de amor y, mientras caminaba sin rumbo, se olvidó de nosotros.
Antes de dar el último suspiro, nos dedicó una de sus etéreas sonrisas. Aún guardo en mi memoria la palidez de su rostro y el azul de sus venas sobre el embozo. Ella parecía feliz y de nada sirvieron nuestros reclamos. Nos quedamos solos, desamparados y durante mucho tiempo nos sentimos perseguidos por la nube amenazante de su melancolía
Me ha encantado. Pobre Rita, tuvo que aguantar dos años de triste melancolía para sentir algo parecido a la felicidad. Y, sobre todo, pobres hijos.
Se dice que la melancolía es la felicidad de estar triste y desde luego, para Rita la felicidad consistía en volver a reunirse con su amado esposo. Su recuerdo la llevó a olvidarse del mundo que la rodeaba y, lamentablemente de sus pobres hijos. Rita era mi bisabuela. Me alegra mucho que te haya gustado el relato y agradezco enormemente la visita y el comentario. Gracias, Edita.
Por muy positivo que se intente ser, hay personas que tienen la fortuna de encontrar al amor de su vida, de ahí que su pérdida resulte insustituible. La tristeza no mejora nada y la vida ha de seguir, con mayor motivo cuando hay pequeños que sacar adelante, pero ya sabemos que razón y corazón no siempre coinciden.
Un relato que nos muestra que incluso en este mundo en el que todo parece transitar de forma vertiginosa, sin dejar huella, pueden darse amores verdaderos, cuyo quebranto brusco produce heridas que es imposible cerrar. También contradice la máxima de que «nada es para siempre» y confirma que se puede morir de melancolía. La voz narrativa del hijo pequeño muestra que, pese a todo, salieron adelante.
Un abrazo y suerte, María José
Efectivamente, Rita había vivido una bella historia de amor y la pérdida de su amado la sumió en la más profunda de las tristezas. Así lo oí contar de niña. El narrador es mi abuelo materno, su padre fue víctima de la explosión del vapor «Cabo Machichaco» el tres de noviembre de 1893 y de ahí viene toda esta historia de melancolía. Por fortuna, él y sus hermanas salieron adelante. De mi abuelo, al que no conoci, he heredado el nombre y parece ser que también mi afición a la escritura. Me alegro mucho de tu visitas y me encanta, como siempre tu comentario. Muchas gracias, Ángel. Un abrazo.
Hay vidas que se truncan por imposición de un triste destino y quedan estancadas en la melancolía. Qué bien has reflejado ese muro casi imposible de escalar. Besos y mucha suerte, María José
Pues si. La tristeza que le produce a Rita la pérdida de su marido se convirtió en una terrible obsesión y finalmente en una enfermedad que la condujo a la muerte. No encontró consuelo ni siquiera en sus pequeños hijos. No deseaba consuelo. Terrible. Muchísimas gracias, Belén por acercarte y comentar. Me alegro mucho. Un beso.
Todo el cuento tiene una cadencia que mueve a la melancolía. Qué bien has sabido transmitir esa emoción, compañera.
Hola, Paloma. Como verás, tus acuarelas son muy, muy sugerentes y de ellas y de una historia familiar ha salido este relato. Muchísimas gracias por tu aportación, por la visita y por el comentario. Un beso.
Triste, oscuro y, sin duda, melancólico. Todos tenemos derecho a la melancolía, pero no a hacérsela sufrir a los demás. Enhorabuena, amiga!
Cuentas tan bien la historia que haces que el lector sienta la misma melancolía Rita, y haga suyos cada una de las sensaciones que vive tu protagonista.
¡Magistral!
Un beso, María José.
La melancolía se puede presentar en momentos puntuales de la vida y no es una emoción negativa. Pero, como señalas, es injusto que los demás ( en este caso los tres hijos de Rita) tengan que soportar ese sufrimiento prolongado que es, además, inútil y hace que la tristeza se convierte en una enfermedad. Es mejor practicar una melancolía más rebelde, más creativa como, por ejemplo, escribir… Muchísimas gracias, Manuel por acercarte por aquí y por el comentario. Me alegro mucho, un beso.
Muchas gracias, Pablo por tu amable comentario. Me alegra haber transmitido esa pesadumbre de Rita, esa añoranza por el amado perdido en trágicas circunstancias. Lo terrible es que la incapacitó para superar el duelo y la condujo a la muerte, y a olvidarse de sus propios hijos. De nuevo, muchas gracias por acercarte y comentar. Un beso.
Peligroso vapor el de la melancolía por el ser amado: tiñó los ojos de la madre del color de la muerte y la hizo vivir con un pie en cada mundo: el humano y el celestial…
Un micro triste que nos contagia la pena y la orfandad del niño que narra.
Muy bueno, María José.
Cariños,
Mariángeles
Es posible que la nostalgia enfermiza de Rita le sirviera a sus hijos para fortalecer sus convicciones y prevenirlos, pasado el tiempo del duelo, contra los pensamientos negativos, contra la tristeza destructiva. Muchas gracias, Mariangeles, por acercarte y dejar ese poético comentario. Gracias de nuevo. Besos.
Es curioso, María José, pero mi relato y el tuyo tienen mucho en común. Solo que en el tuyo la madre «no disimula»,ante sus hijos, su tragedia. Una historia super melancólica, que aunque real, 🙁 está muy bien contada.
Gracias por compartirla.
Un besazo grande.
Efectivamente. La actitud de los padres de nuestros relatos es bien distinta. Mientras en tu cuento los niños sienten una nostalgia más positiva, porque se sentíian protegidos y queridos, en este relato los niños se sienten desamparados, olvidados y eso hac más dura la situación. Me alegra mucho que hayas venido a visitarme, Rosy. Muchas gracias y un beso.
Hola, María José.
Leí tu relato hace unos días pero no podía comentar en ese momento. Ahora, que tengo unos minutos, he vuelto a buscarlo para releerlo y me ha gustado más aún que cuando lo leí por primera vez. Verdaderamente es una historia llena de tristeza y melancolía, aunque deja un poso de esperanza en el semblante de la difunta, que parece dichosa de marchar al reencuentro de su amado esposo.
Espero que todo vaya muy bien, por tus letras así lo parece. Un abrazo.
Es una historia muy triste, es verdad. Perder al amor de tu vida en circunstancias tan trágicas y no encontrar consuelo ni siquiera en los hijos nacidos de ese amor que tanto necesitaban a sus padres, es tristísimo. Pero son historias que se dan, que suceden.
Muchas gracias, Ángel por acercarte, por leer el relato dos veces y por comentar. Me alegra mucho tu visita. Yo también espero y deseo que os encontréis bien. A cuidarse toca.Un abrazo.