57. Fue bonito mientras duró
Lolo solo había crecido durante unas semanas junto a Lalo cuando, de pronto, se quedó inmóvil y lentamente empezó a reducirse. Milímetro a milímetro se fue haciendo más pequeño y dejándole todo el hueco en la placenta a Lalo. Hasta que un día desapareció, se volvió evanescente. En la secuencia de ecografías de la semana dieciséis ya no quedaba rastro de Lolo, de modo que nadie se enteró de que había estado allí. Ni siquiera los técnicos sospecharon al ver en las de la semana veinticuatro que Lalo tenía la cabeza girada, como buscando, o caída hacia abajo y tapándose la cara con las manos, como se veía en las de la treinta y dos. Y tampoco al ver esa cara de infinita tristeza que se le quedó tras el parto.
Original y bien contado.
Suerte.
Me encanta por su originalidad.
Dicen algunos entendidos en la materia que ese gemelo absorbido, siempre será echado en falta y, cuando el que sobrevivió vaya por la calle, lo sentirá a su lado, y cuando vaya al supermercado, comprará dos unidades de cada cosa, porque siempre lo echará de menos y, por otro lado, siempre se sentirá culpable de lo que sucedió y que, en otra vida, en otro plano, se encontrarán de nuevo para poder de ese modo cancelar sus cuentas. El perdón y la misericordia.
Un relato breve pero intenso.
Enhorabuena y feliz día.
Has elegido un tema de gemelos, como yo, aunque mi texto tenga otras connotaciones. Expresas bien esa ausencia del hermano que se cronifica en tristeza vital. Hay tantas cosas detrás de lo que somos hoy… en fin.
Me ha gustado tu texto. Un saludo