91. Aunque no te pueda ver (Javier Puchades)
El abuelo Andrés hace tiempo que solo pesca soledades. Con el paso del tiempo, la vida le ha ido arrinconando en el desván de los trastos inútiles. Ya nadie se acuerda de él. Su móvil, sumergido en la nostalgia, desborda llamadas enviadas sin respuesta. Solo quiere escuchar un hola, un te quiero o simplemente un ¿cómo estás?
Tal vez, la hojarasca del olvido ha cubierto sus recuerdos, pero sus sentimientos permanecen adormecidos a flor de piel. Apenas necesita una caricia para despertarlos.
Hoy, por fin, ha sonado su teléfono. Es uno de sus hijos. En el mismo instante en el que le embarga la emoción, su corazón deja de latir.
La soledad, asociada demasiadas veces a las personas mayores, es un factor que consume lentamente. Tu protagonista estaba necesitado de socialización, de expresar sus sentimientos, de que los suyos se acordasen de él. Cuando al fin se le da una oportunidad es tanto lo acumulado que, paradójicamente, esa llamada que le hubiera dado vida, supone su fin.
Un relato que hace que todo cruja por dentro, que nos preguntemos si nos sucederá lo mismo dentro de unos años, y si hemos obrado igual que esos hijos.
Un abrazo y suerte, Javier
Ángel, muchísimas gracias por tus palabras.
Un abrazo enorme.
Con frases en forma de metáforas preciosas, nos prescribes lo que debería ser una medicina social.
Edita, muchas gracias por tus palabras.
Un saludo.
Pues doble tristeza y ya es mala suerte después de tanto tiempo la impresión o la edad lo han llevado al otro barrio sin dejar que se cumpla un pequeño deseo de compañía, aunque sea por un ratito. Suerte Puchades.
Manuel, muchas gracias por tus palabras.
Un saludo.
Cuando la soledad es tu única compañera, una emoción puede romperte el corazón.
Un relato precioso, lleno de la nostalgia y la tristeza que envuelve a nuestros mayores y
Te deseo muchísima suerte, Javier.
Besos muy apretados.
Pilar, muchísimas gracias por tus palabras.
Muchos besos.