30 La culpa (Marisa Martínez Arce)
El tacto de su piel me proporcionaba un placer indescriptible. El hecho de estar frente a él y no poder tenerlo me dolía, producía tal desasosiego en mi interior que por las noches, oraba sin cesar en mi celda, aspirando a expiar mi culpa e intentando paliar mi sufrimiento. Pocos me entenderían, pero podía ser pecado desear tener aquello en lo que había trabajado durante cinco años de mi vida. Quererlo solo para mí.