18. Fiebre del oro
Mary siempre quiso ser maestra y transformó el viejo rancho familiar en una escuela. Enseñar caligrafía se convirtió en su único quehacer hasta que apareció Williams, un joven minero que -con la excusa de recoger a su sobrino- acudía todas las tardes a la salida de clase.
Pronto hubo un intercambio de miradas entre ellos y, sin darse cuenta, el minero estaba regalando un anillo a la señorita. Como era previsible, a la sortija le acompañó una proposición, la de asaltar la diligencia. La cara de estupor de Mary duró poco, lo que tardó su corazón en aplastarle la razón. Aceptó y esa misma noche lo hicieron.
El plan era sencillo, mientras ella distraía al cochero y al guarda, él se ocupaba del cargamento del oro. Pero fueron sorprendidos por el sheriff y, en menos que canta un gallo, Williams puso pies en polvorosa soltando allí mismo el botín. Mary, en cambio, se quedó pasmada y luego disparó tres balas.
Salió airosa, gracias a su puntería, aunque volvió a quedarse sola y cerró la escuela.
Hoy sigue en su rancho, recién reformado, mascando tabaco y bebiendo whisky, con el rifle cargado por si vuelve el minero reclamando los lingotes.
Es de alabar y de reconocer varios aspectos de este relato, para comenzar: el tema y el ambiente. El salvaje Oeste parece un recurso fuera de moda, pero todos lo conocemos y muchos lo reivindicamos; sumergirse en él, aunque parezca una contradicción por ser un clásico, es algo original.
Por otra parte, el protagonismo de la protagonista y su transformación, de sencilla maestra, a forajida, está muy bien llevado. Solo falta que remate la faena, cuando el impresentable de su prometido vuelva a por lo que en verdad le interesa, que no es ella, sino el oro, pero no podrá obviarla tan fácilmente.
El relato sobre una mujer que de sorpresa en sorpresa se convierte en otra persona, que a su vez sorprende también.
Un abrazo y suerte, Aurora
Ángel,
Muy buen final el que propones para el minero, tu interpretación -como siempre- es excelente.
Gracias por leer y comentar!
Abrazos
Qué bueno, Aurora. Me ha encantado de principio a fin. Esa chica tan ¿inocente?y su cambio a matona en menos que se cuenta un micro. Jajaja. Le has dado la vuelta de un modo sutil y atractivo para el lector.
Felicidades, Aurora. Feliz tarde.
Mercedes,
Ja ja ja,muy bien dicho la matona del Viejo Oeste!
Muchísimas gracias por leerlo, me alegra un montón de verdad
Abrazos
Maravillosa historia del Oeste y homenaje a todas las mujeres luchadoras como tu protagonista
Enhorabuena Aurora
Un fuerte abrazo
Javier,
Tú también tienes alguna que otra historia del Oeste, ja ja ja
Mil gracias por comentar!
Abrazos
Juan,
Agradezco tu comentario y tu tiempo por leer mi texto. Siempre me despiertan mucho interés tus palabras, esta vez me ha encantado lo de «pelafustán del minero», me lo voy a anotar para no olvidarlo!
Muchas gracias
Abrazos
Hola, Aurora. Si hay algo que siempre me ha encantado, son las historias del Far West, y ésta no ha sido la excepción…
Cualquier excusa es buena para enamorarse, hasta la de ir a buscar a la escuela a un sobrino… y si bien la proposición que Mary recibe no se condice con la que el lector esperaría, se condice perfectamente con los condimentos de la historia: el sheriff, el plan, la diligencia, el oro y la forajida, que definitivamente son todos de película…
Yo que el minero, resistiría la tentación de visitar a Mary (obvio que ella quedó «tocadita», pero invirtió más que bien los lingotes…).
Como siempre, un placer leerte.
Cariños,
Mariángeles
Mariángeles,
Me encanta tu comentario, te lo agradezco con absoluta sinceridad,ahora llamaremos a Mary, la tocadita del Far West, me ha gustado eso ja ja ja
Un fuerte abrazo